Escrito 0012 - El sueño de Marie. |
Introducción.
Que alce la mano quienes no han soñado con algo que anhelan. Y que
levante la mano si uno de esos sueños no es el amor, el único y verdadero amor
que has imaginado desde que tienes conciencia de que quieres enamorarte. Bien,
ahora levante la mano aquellos que de verdad sepan que pasa cuando el sueño de
enamorarte tal y cómo lo has imaginado se hace realidad, pero lo que de verdad
ocurre ¿alguien? Por favor no me dejen con la mano arriba.
Para poder explicarles más o menos que fue lo que pasó con un
pequeño y joven soñador que pagó un alto precio por hacer su sueño realidad, si
estoy hablando de mí, debo mencionar algo de gran relevancia para que la
intenten imaginar qué tipo de persona soy, el porqué de estas líneas, de lo que
sentí y de lo que ahora siento: Soy alguien sumamente sentimental, tengo el
defecto de no poder ocultar lo que siento así que es fácil descubrir cómo me
siento o lo que pienso, es difícil cuando se trata de ocultar cosas ya que es
inevitable el notar, en algunos detalles cuando no digo la verdad; tengo la
mala costumbre de tener esperanzas, esperanzas en las personas, en mí, en lo
que decido, en lo que hago e incluso en donde no debería. Con esto creo que ya
pueden imaginarse que suelo ser un estúpido pero también soy muy terco y hasta
que la realidad no me da el golpe para tirarme al piso diciéndome “detente a pensar estúpido” no lo hago. ¡IMAGINELO!
Testarudo, terco, sentimental y soñador, creo que no hay peor combinación en el
mundo, algunos le dicen ingenuidad, otros inocencia y otros nobleza; y yo solo
me siento un idiota más en el mundo que quiere hacer lo que considera correcto.
A lo que voy es que, efectivamente, yo cumplí ese sueño de
enamorarme tal y cómo lo imaginé, tal y cómo mi cansado corazón y atormentada
mente me decían que sería enamorarse de la persona que siempre soñé. Lo vi, lo
sentí, lo olí, lo toqué, lo besé, lo viví; y en un momento me arrepentí, luego
lo acepté y creí poder vivir con ello y luego me volví a arrepentir; aunque
ahora la historia es diferente y no gracias a mí, sino a alguien más que en
este momento no tiene mucho sentido mencionar.
Por ahora comenzaré a contar un día cotidiano en mi vida.
Capítulo I.
Era un día en el que tenía planes con alguien que no es muy de mi
agrado, pero ambos teníamos que ir a comprar un libro y yo no sabía exactamente
cómo llegar a la biblioteca del centro así que él me llevaría a la biblioteca a
preguntar por el libro. Todo marchaba bien, me alistaba para ir a la tediosa
salida a la biblioteca, y no lo digo por la biblioteca, si no por el
desafortunado acompañante que me esperaría a medio día en la estación del metro
para irnos.
Al poco rato de estar casi listo el desafortunado acompañante me
dijo algo que me hizo sentir un poco más afortunado “no podré ir por…” en realidad no le tomé importancia al motivo por
el que no iría conmigo y, aunque ir solo también era una idea que se me
antojaba tediosa sin mencionar que tendría que preguntar cómo llegar a la
biblioteca, era mejor que ir con él así que me alegré un poco y antes de irme
seguí un momento más en Facebook mientras llegaba la hora de irme. Me
encontraba cómo cualquier persona que se emboba cuando entra a Facebook cuando vi
una solicitud de un tal Julio Diaz Rodríguez, no lo conocía pero creo que en
una ocasión platicamos en un grupo de temática gay que se llama “Falsa Moral Grupo” donde me la pasaba
muy bien platicando y conviviendo con chavos y una que otra chava de distintas
partes del mundo. No sabía si aceptarlo o no ya que no agrego a personas que no
conozco pero un impulso psíquico me hizo mover mi dedo para que el comando de
entrada que da mi ratón, y diera clic en el botón aceptar.
Seguí haciendo mis cosas para continuar con mi día y recibí su
primer mensaje, yo contesté normal y comenzamos a platicar. Le comenté que me
habían cancelado los planes y que de una u otra forma debía ir a la biblioteca
por mi libro y él me comentó que, de igual manera, le acababan de cancelar los
planes, en ese momento algo en mi me impulsaba de manera penosa a invitarlo a
salir pero ¿a dónde? ¿Con qué dinero? Todavía no tenía el dinero para comprar
el libro, iba a preguntar por su costo y ¿yo quería invitarlo a salir? Suena
ridículo, por lo que no lo hice, pero en cuanto estos pensamientos desfilaban
en mi cabeza fugazmente leí un mensaje que decía “yo tengo que salir de todas formas al trabajo de mi mamá y por allí
hay una plaza con biblioteca, allí podemos preguntar por tu libro, además me
hacen descuento, quizá con el descuento que me hacen te salga más barato. Anda,
vamos y te invito un helado”. En ese momento me entusiasmé por la idea de
un helado, por la idea de pagar menos por el libro, por la idea de ir de nuevo
a la plaza pero sobre todo por salir con él, aunque no lo conocía me
entusiasmaba la idea de conocerlo y más porque no iría solo y no me vería en la
penosa necesidad de preguntar para poder llegar a la biblioteca. “Perfecto, si y de verdad muchas gracias”.
“Allá nos vemos”. “Hasta pronto”.
Y salí con la antojadiza idea de tener un bonito día.
¡Veinte minutos tarde! El metro marchó muy lento y se paró en
varias estaciones, estaba muy molesto pero también apenado por hacerlo esperar,
así que cuando una señora se subió al metro a vender mazapanes, en mi cabeza
solo cruzaba la idea de que debía mostrar un poco de cortesía y arrepentimiento
por hacerlo esperar así que compré uno. Cuando llegué él no estaba, se me
paralizó el estómago un segundo cuando la oración salió cómo un susurro
desilusionado de mis labios “se ha de
haber ido ya”, cuando siento una mano en mi hombro, me palmeo suave y
ligeramente pero lo suficiente cómo para sentir que tiene manos cálidas. “¿Hugo?” cuando escuché su voz me di la
vuelta “por dios, es muy atractivo” para
ser honesto, aunque solo lo pensé, mi cara lo dijo todo: alto, musculoso,
rubio, de piel blanca y de ojos… por dios sus ojos; redondos, grandes de un
café oscuro e intenso, color café, cómo el café que tanto disfruto tomar, cómo
el que estoy tomando mientras escribo estas líneas. Lo primero que salió de mis
labios para justificar lo rojo de mi cara fue “lamento llegar tarde, me siento apenado contigo pero juraría que una
tortuga le ganaría al metro por sólo un pelo”, le ofrecí el mazapán y sólo
sonrió y aceptó mis disculpas.
Caminamos ambos a la plaza mientras, de paso, me mostró donde
trabaja su mamá, platicamos de muchas cosas: música, comida, familia, amigos,
escuela, metas, sueños, gustos y cosas por el estilo, fue una charla muy
placentera. Llegamos a la biblioteca y me dijeron que no tenían el libro, pero
que volviera después para preguntar si ya lo tenían.
“Vamos por el helado”. Por un momento pensé que no lo recordaría, ya que yo lo había
olvidado durante la charla y justo cuando creí que la charla no podía ser mejor
me compro una copa de helado grande, un helado tan delicioso que justificaba el
precio. Cada momento de la charla no dejaba de ver sus ojos, cada cosa que
decía lo decía con tanta pasión, cuando hablaba de sus planes a futuro, de sus
estudios y de su pasión por ser un gran programador reconocido era
impresionante. También él me preguntó por lo que quiero estudiar y me
desenvolví hablando de lo mucho que me entusiasma y me apasiona estudiar
filosofía y cada cosa que le decía trato de entenderla, si no comprendía algo
me preguntaba y yo trataba de ser lo más claro posible teniendo cómo resultado
que comprendió mi pasión y lo mucho que significa para mi cada una de mis metas
y mis logros.
Al llegar la tarde, una hora antes de despedirnos, por alguna
razón no pude ver cuando me rodeo con su brazo, creo que fue porque no podía
dejar de ver sus ojos, pero cuando sentí que me abrazó un impulso inconsciente
me hizo corresponder acercándome a él, no lo pude evitar y sólo me dejé caer en
su regazo mientras me rodeaba en un abrazo tan inocente e inexplicado, hasta
que me dijo que, cómo estábamos cerca del trabajo de su mamá, debíamos
separarnos un poco ya que no tenía mucho que él le había dicho a su mamá que es
homosexual. Yo no tuve problemas pero por dentro deseaba que me abrazara de
nuevo y en sus ojos distinguí el mismo deseo.
La charla se suspendió en el momento en el que vimos el atardecer
antes de despedirnos, a pesar de que no se veía el horizonte por los edificios
altos y los árboles, los colores en el cielo eran lo suficientemente perfectos
para afirmar el pensamiento con el que salí de casa: hoy fue un bonito día.
Para despedirnos ambos nos abrazamos ya en la entrada del metro,
no quería soltarlo y él tampoco a mí, fue un momento, cómo cada uno de los que
pasé en ese día: inexplicable pero bonito. Pero debía marcharme ya o me
agarraría la noche por mi casa, y de noche y por mis alrededores no es nada
grato ni seguro caminar. Me pidió verme de nuevo y yo le dije que sí, pero por
dentro ese si era “claro que sí, estaría
encantado de volver a verte y ver tus ojos de nuevo”. Cuando crucé los
torniquetes, solo di un par de pasos para bajar las escaleras y me volví a ver
si se había ido pero no, allí seguía, de pie, observándome para despedirme
sacudiendo la mano con una cara de tristeza por mi partida pero de alegría por
la promesa de vernos de nuevo; yo correspondí el adiós sacudiendo la mano
también y bajé las escaleras con la clara imagen de sus ojos y de la sensación
tan real de su abrazo, y digo real porque es la primera vez que no estaba
dormido.
El resto de camino a casa solo iba sonriendo recordando todo, cada
cosa que hicimos, cada cosa que dijimos; y solo tenía una conclusión en mente:
fue un día bonito, raro y bonito. Por la noche ambos seguimos platicando por
Whatsapp y justo en la parte en la que se suponía que dormiríamos ya hablamos
sobre lo que pasó y cómo nos sentimos ambos en ese abrazo. Me dijo que aún me
tenía en la mente y que aún lamentaba haberme dejado ir, y yo le dije lo mismo
y le dije cada cosa que ya he escrito: su abrazo, su mano cálida, sus ojos. Y
para despedirnos e ir a dormir ambos concordamos en que estábamos muy felices
porque nos cancelaran los planes a última hora.
Capítulo II.
A veces, pareciese que las personas recordamos a conciencia las
promesas que no cumplimos, pareciese que nos preocupa más haber fallado
que haber cumplido. Debemos aprender que
cumplir es igual de importante que fallar, ambas con consecuencias y
recompensas.
Y la promesa de vernos de nuevo se cumplió una y otra y otra vez,
él me conoció más y yo lo conocí más a él, lo suficiente para confiar cada vez
más uno en el otro e ir contando más historias y deshaciéndonos de nuestros
secretos. Con el tiempo ya no solo éramos amigos que se abrazaban, éramos algo
más, algo que no era exactamente novios. Y eso lo dejó en claro.
En una salida al cine me invitó a conocer a sus mejores amigos,
ambos queríamos ver Guerra Mundial Z – la cual, sólo cómo nota, me decepcionó
horriblemente- . Antes de entrar al cine nos sentamos en una pequeña fuente, yo
estaba un poco desvelado y me ofreció recostarme en sus piernas así que me
acomodé, estiré mi cuerpo en la fuente y mi cabeza la dejé caer en sus piernas.
Platicamos un rato hasta que las cosas se pusieron en un tono rojo tierno, ese
rojo que cuando sientes un beso, el primer beso de alguien a quien ya quieres,
alguien de quien ya sientes algo te da el primer beso. Creo que el primer beso
con alguien es el más lindo y único, es cómo si en ese momento se diera una
especie de conexión, cómo su algo explotara una y otra y otra vez en tu
interior o cómo si sintieras el universo entero contenido en tu pecho. Sus ojos
ahora tenían luz.
Definitivamente, éramos algo más.
A partir de ese día tomarnos de la mano, los besos y el hecho de
que sus amigos nos trataran cómo novios hizo de ese día bonito algo
extraordinariamente bonito. El resto del día fue maravilloso, pero en el el
momento en el que nos despedimos de nuevo sentimos, esa horrible sensación de
no querernos despedir, pero él me daba la suficiente clama y fuerza para partir
lleno de felicidad. Un beso lago de despedida fue suficiente para llenar mi
mundo de ese rojo otra vez y de esos fuegos artificiales en el cuerpo.
Cápitulo III.
Creo que no hay tiempo desperdiciado, pero hay decisiones que lo
desperdician. Por ejemplo el no hacer nada, es lo peor que alguien puede
decidir en la vida. Se puede decidir decir no a algo, pero no quedar inmóvil
ante algo. O te alejas o te acercas, pero el actuar está siempre presente. El
tiempo no se desperdicia porque la vida está echa de él, el punto está en saber
decidir que hacer con el tiempo que nos queda de vida.
El tiempo hizo que la relación, fuese cómo fuese que era, se
hiciese más estable y poco a poco más formal. Tiempo después le pedí ayuda ya
que mi computadora fallaba mucho y me urgía desesperadamente arreglarla. No era
un secreto que él es un excelente programador, así que no pude ni si quiera
preguntarle si podría revisar mi equipo para saber que es lo que ocurría cuando
“yo te la arreglo, la dejaré cómo nueva,
te lo aseguro” surgió en mi bandeja de entrada de Whatsapp después del “güi ku” que me entusiasmaba tanto. “Es él” pensaba cuando ese sonido salía
de mi celular.
Fue allí cunado conoció a mi familia.
Vino un miércoles, lo recuerdo muy bien ya que cuando acabó de
arreglar mi computadora fuimos al basar que está cursando la calle en la que
vivo, le compré un elote de masa azul, parecía niño pequeño, nunca lo había
probado y estaba encantado con el sabor y él me dio a probar unas frutas muy
curiosas que, ahora no recuerdo el nombre, pero son deliciosas y jamás las
había probado así que podría decirse que terminamos empatados. Mi familia lo
adoró, mi mamá le alagó sus brazos musculosos y mis hermanas hicieron bromas
pequeñas con él, pero lo que no olvidaré es que mi mamá le dijo que le alegraba
mucho que yo tuviese a un hombre que de verdad me respeta y me quiere a mi
lado. Sin embargo, el recuerdo más dulce de ese día fue el momento de la
despedida. No quería que la sensación triste de tener que despedirnos se
repitiera, así que cuando entró a la estación del metro me paré de puntillas,
respiré hondo y con todas mis fuerzas le grite “¡Te quiero!”. Allí estaba, ese rojo tierno en sus mejillas, tan
enrojecido estaba que no me respondió, solo vi su sonrisa, sus mejillas y sus
ojos iluminados mientras se despedía de mi sacudiendo la mano.
Hasta pronto burro
Por otro lado, el tema de decirle a su mamá lo que ocurría entre
los dos me aterraba ya que su mamá toma a mal que alguien de 19 años siga en
3er semestre de la educación media superior independientemente de los motivos,
pero era natural que ella me juzgara así ya que no me conocía tanto cómo Julio,
él se sentía orgulloso porque, según él, soy noble, fuerte, que no me rindo,
que lucho por lo que quiero, que me esfuerzo por conseguir mis metas y porque
soy un hombre bueno que vale la pena. Pero su mamá no pensaría así de mí, ella
me juzgaría mal de entrada por mi apariencia, con mi ropa vieja y comprada de
segunda mano, por mi facha de, según ella, de vago y bueno para nada que va en
3er semestre teniendo 19 años. Por ahora la idea de conocer a su mamá me aterraba
mucho, pero él me aseguraba que todo estaría bien, así que confié en él. No
debí confiarme tanto.
Capítulo IV
Tengo la mala costumbre de confundir las esperanzas con las
ilusiones, a veces fácilmente las confundimos, pero no son la misma cosa. A veces
las esperanzas dan ilusiones, pero las ilusiones rara vez dan esperanzas.
Un día me invito a su casa, estaba muy emocionado pero a la vez
aterrado. Quería conocer el lugar donde sueña, donde vive, su computadora que
tanto ama, sus videojuegos que, aunque a mi no me apasionaran tanto los
videojuegos cómo a él, él se estremecía muchísimo al jugarlos, es uno de los
mejores que he visto jugando en juegos tan complejos cómo el que me mostró;
juego que, cómo se podrán imaginar, no recuerdo su nombre. Escuché la música
que le gusta: ama el metal, ambos tenemos gustos en común cómo Linkin Park,
Hardwell y otros; escuche sus historias, hasta la más intima: y aunque él no se
enteró, vi la foto de su padre, son muy parecidos, ahora entiendo porque su
mamá lo ama tanto, a pesar de ser su única familia es el ser más amado que le
recuerda al hombre que más amó. Allí dejé de pensar en su madre cómo alguien
maligno, sino más cómo una madre que es capas de lo que sea por darle lo mejor
a su hijo. La admiré y respeté desde ese momento.
Ojala ella pudiese ver más allá de lo que vio en mi.
Capitulo V
Se han imaginado cómo sería dormir a lado del sueño de su vida?
El plan de irme a quedar un fin de semana en su casa de Huehuetoca
me emocionaba mucho, dormir juntos, desayunar juntos, despertar a su lado y ver
el atardecer para luego contar historias y escuchar música en la noche era algo
que definitivamente moriría antes de negarme a la posibilidad. Así que durante
un tiempo él y yo hicimos labor de convencimiento con mi mamá, no fue tan
difícil ya que mi mamá ya lo había conocido, estaba encantada de verme feliz a
lado de un hombre que me quería de verdad, que me valoraba y me respetaba así
que a pesar de que rogamos por un tiempo terminó aceptando.
Luego tenía que conocer a su mamá, ya había ido en una ocasión a
su casa pero su mamá no estaba, pero esta vez sí estaría y esta vez la tendría
frente a frente así que estaba sumamente nervioso y asustado, tanto que ni
aunque él me diera palabras de aliento para calmarme no podría evitarlo. El
momento llegó, la conocí y me trató bien al igual que yo, no le falté al
respeto, cuando preparamos la comida ayudé, hasta los 3 nos reímos de que Julio
tiraba toda la comida al piso –se le cayeron los panes para las hamburguesas en
más de una ocasión- y yo me fui con la idea aliviada de que le agradé. No fue
así.
Tal y cómo dije antes, ella me juzgaría mal, no se porque pensé
que no sería así. Tal y cómo temía que pasara pasó y a partir de ese momento yo
era una mala influencia para él, aunque Julio y yo no sabíamos lo que de verdad
pensaba ella de mi. Si Julio, desde el punto de vista de ella, no se
involucraba tanto conmigo no me odiaría.
Allí comenzaron todos los problemas.
Capítulo VI
Las corazonadas son extrañas. A veces las sentimos sin que nos
demos cuenta, algo en nuestro interior nos da señales para prevenirnos de que
algo nos ocurra, pero nunca la pervivimos, hasta que lo que tenía que ocurrir,
fuese lo que fuese, ya ocurrió.
Seguimos saliendo y seguí yendo a su casa ya que, a pesar de que
él poco a poco había superado su miedo y pena a que le vieran en público
demostrando afecto a su pareja, él prefería estar tranquilo conmigo en su
cuarto, pero yo no me sentía tan cómodo ya que, por alguna razón, comencé a
sospechar que mi idea era de que le agradé a mi suegra era equivocada, aunque
Julio me decía que no era así, algo me decía que no, pero preferí confiar en
él, a pesar de que ello no quitara el hecho de que me sentía incómodo escondido
en su cuarto.
Cuando llegó el día de ir con él su casa de Huehuetoca para la
parrillada con su familia por su cumpleaños yo llevaba ya mi regalo preparado:
le pinté un cuadró con mucho esmero, lo pinté inspirado en un sueño en el que
él aparecía conmigo, ambos graduados y titulados viviendo juntos, cómo una
familia, y sé que, aunque no tenía caso soñarlo todavía, la idea de que fuese
así me llenaba de felicidad. Yo sé que él podría o no tomarlo tan bien cómo yo
así que preferí poner cosas simbólicas en el cuadro que representaran cada
emoción para que si él me preguntara que significa no le diría nada, por ahora.
El cuadro se llamaba “El sueño” y él
no entendía el porqué del título, pero tenía la esperanza de que algún día si
lo entendería. Cuando llegó y vio el cuadro se puso muy feliz y le sonrojé al
decirle que jamás a nadie le había regalado un cuadro de los que pinto, menos
sabiendo que ese cuadro tiene un gran valor para mí y tiene una gran parte de
mí en cada trazo. Aunque ese cuadro no era nada obvio que era un regalo hecho
para demostrar que lo quería demasiado él prefirió esconderlo en un rincón
dónde tenían algunos cartones, obviamente si me sentí mal pero preferí no
arruinar aquella emoción tan grande que tenía al pensar que pasaría con él un
fin de semana completo.
En el camión a Huehuetoca quería recostarme con él pero su mamá se
sentó a un lado de nosotros por lo que tuve que resistir a recargar mi cabeza
en su hombro. En el camino solo vimos el paisaje juntos mientras, en vez de ver
sus ojos frente a frente, usaba mi celular cómo espejo para poder verlo sin que
su mamá me viera.
El fin de semana inicio maravilloso, la promesa de que ambos
pasaríamos dos noches muy hermosas juntos era real. Convivimos los tres, vimos
una película, dormí en su cuarto y vimos el cielo de noche y allí estaba la
Luna; él estaba muy contento de verla ya que era la primera vez que la veía
desde su casa de Huehuetoca, y yo estaba muy feliz de estar con él escuchando a
las ranas que estaban cerca en el parque, el silencio y tranquilidad absolutos
y justo cuando la noche nos dio cómo regalo un mundo para él y para mí, un
mundo donde podíamos volar en un espacio tan pequeño a escondidas de su mamá,
éramos libres en ese mundo, libres para entregarnos en cuerpo y alma, para que
el calor de nuestros pechos nos fundieran cómo uno solo en una danza de pasión
y amor. Esa noche hicimos el amor, el amor con la luna iluminando nuestro
pequeño mundo debajo de las escaleras.
Al día siguiente fue la parrillada, estaba entusiasmado por
conocer a su familia pero también estaba enormemente feliz por la noche tan
mágica que tuvimos juntos, aún sentía en mi piel el calor de la suya, en mis
manos la fuerza de sus manos y en mis labios la suavidad de los suyos. Cuando
fue la comida creí que todo iba bien, también hablé de mi familia, hablé de mí,
de mis metas, de mis logros e incluso contamos chistes. Todo había sido
perfecto con su familia.
Pero las cosas no son lo que parecen, y las personas menos.
En la noche noté que Julio había instalado en mi celular una
aplicación y me pidió abrirla. Yo estaba emocionado porque ya me había
mencionado que me tenía una sorpresa y que el día 20 sería un día que
recordaríamos siempre. Yo ya sabía que era, pero no cómo era y estaba ansioso
por ver lo que “Un gran día” tenía
que decirme.
La noche fue perfecta, en el segundo en el que leí la pregunta,
cada estrella, incluso la luna, brillaban en mi interior, desde ese momento mi
sueño fue real y el de él también.
Uno el sueño del otro.
Al día siguiente, el día en el que regresaba a mi casa, cuando
nada podía hacerme más feliz de lo que era, Julio tenía una cara extraña cuando
subía después de saludar a su mamá. Mi sospecha se confirmo. Su mamá le comentó
que soy un “tragón” que comí mucho y que no respeté que todos tenían derecho a
comer de todo lo que su mamá había preparado. En ese momento yo estaba enfermo
y lo único que podía comer eran los ricos tacos de arrachera con huacamole, por
lo que fue lo único que comí y con lo que tuve que llenarme. Pero a pesar de
ello, el hecho de que yo fuese el que acabó con el huacamole fue el error que
terminó por enfurecer a mi suegra. No podía quedarme callado cómo chiquillo
regañado sin hacer nada y dejar que Julio diera la cara por mi, si quería
demostrar que ofrecía mis más sinceras disculpas debía hacerlo yo. Me armé de
valor y decidí hablar con ella. De la forma más humilde que pude encontrar le
pedí disculpas y traté de explicar del porque fue lo único que comí, ella me
dijo que no me preocupara, que todo estaba bien y que mis disculpas eran
aceptadas. Pensé que hice lo correcto y que su mamá dejaría de verme mal en ese
instante. Pero para ella no fue suficiente.
Al regresar Julio y yo veníamos jugando, al parecer las cosas
estaban normales, pero no dejaba de preocuparme por lo que su mamá pensara de
mi ahora, nada era claro.
Lo que terminó por aterrarme ese día fue que Julio se recargó en mi
en el camión que tomamos para llegar al Distrito Federa. En ese momento por más
que trate de sentir bonito, tenía mucho miedo, un enorme miedo que me corría la
piel y los huesos cómo témpanos de hielo. Su mamá estaba a un lado de nosotros
y vio aquella tierna y aterradora escena. Intenté fingir que por dentro no me
moría de miedo, ya que era una escena muy conmovedora y no me mostraría
indiferente o distante ante esa gran muestra de cariño y valentía de su parte,
así que trate de ser lo más valiente que pude mientras la idea de “me odia, lo sé, me odia y su familia lo
hará también” me golpeaba la cabeza confundida y enamorada.
Llegando a su casa Julio no pudo evitar notar mi miedo, mi pánico
y cuando comenzó a interrogarme no pude evitar externar cada cosa que me venía
a la mente. Nada en mi cabeza estaba en orden y no era ni si quiera lo suficiente
claro cómo para intentar acomodar cada cosa, así que cada idea, o lo que fuese
que me venía a la cabeza, la decía con mi tartamuda y espantada voz helada.
Traté de no llorar, no quería parecer un niñato asustado que llora debajo de la
cama, a pesar de que así me sentía, pero él no pudo evitar notarlo. Mientras
pasé al baño para pensar las cosas traté de dejar de estar asustado por un
momento para que antes de irme a mi casa y despedirme de él no tuviésemos nuestros
últimos momentos juntos despidiéndonos con mi cara de asustado. Pensé en todo
lo que pasó, en las historias, la música, en las ranas, en la tranquilidad de
nuestro mundo, en que ahora eramos novios, en sus manos, su piel, sus labios,
la Luna; esa Luna. En ese momento sonreí y el rojo tierno de mis mejillas
relució tanto que hasta yo mismo me dí pena al mirarme al espejo. Cuando salí
me disponía a tener un buen rato con él antes de irme, antes de volver a
asustarme intentando aclarar todo en mi cabeza. Abrí la puerta y lo vi, allí
estaba él con una hoja de cuaderno con “te
quiero” escrito a plumón gris. En ese momento la frase de una canción vino
a mi cabeza “el libro del amor tiene el
instructivo para hacer lágrimas de alegría”. No pude evitarlo, lo abracé
tanto cómo pude, por un momento sentí que todo el miedo se iba, aunque al
segundo siguiente pensé en “ojala no sea
el último abrazo”. Inmediatamente ese pensamiento lo esfumé, no quería
arruinar ese momento tan dulce. Tan dulce que cuando lo recuerdo lloro, cómo
justo ahora mientras lo escribo.
Al momento de despedirnos no pude evitar recordar cada cosa que
pasó cuando fui a verlo para irnos juntos a Huehuetoca: cuando llegamos juntos
a su casa, el momento en el que le sonrojé al decirle que era la primera
persona a la que le regalo un cuadro, el momento en el que lo vi llegar y le
mostré el cuadro mientras caminaba hacia mi; y una vez en el metro me dediqué a
pensar de nuevo en todo lo que en mi cabeza había y que guardé por un momento
de felicidad para él y para mi. No sabía que hacer, no quería perderle, no
quería que nos separaran, pero peor aún, no quería que él y su mamá discutieran
por mi culpa.
“El ser más amado que le recuerda al hombre
que más amó”. No dejé de pensarlo el resto del
día.
Capítulo VII
Cuando más lo necesitamos recurrimos a las formas más primitivas
del ser humano para deshacernos de presiones o tensiones, o mejor dicho, para
liberarnos de ellas por un instante y después poner en orden todo en nuestro
interior. La violencia no arregla nada, pero generalmente la fuerza bruta es un
bueno tubo de escape para ese tipo de sentimientos.
Él tenía una solución a dejar salir tensión: nadar. Yo, a veces
deseaba golpear cosas, pero mis fotografías eran un escape a ello. Aun recuerdo
que la primera vez que lo fui a ver nadar estaba gigantescamente feliz, nunca
había ido nadie a verlo nadar, no recuerdo si lo dijo, pero creo que su mamá
tampoco había ido a verlo nadar. Me encantaba la idea de que lo viera nadar,
más porque él estaba muy emocionado por impresionarme y ver que “tengo de novio a un excelente atleta”.
Y para ser honesto es mu bueno, tiene mucha técnica, es un gran nadador, uno
muy rápido, fuerte, dulce y guapo. “Ese
es mi hombre”.
Saliendo de aquella ocasión en la que lo vi nadar pro primera vez
salió tan entusiasmado para sabe que es lo que pensaba, platicamos el resto del
camino al suburbano sobre nado, me hablo de lo apasionante que es, tanto que la
idea de nadar se me antojaba a pesar de mi enorme miedo al agua. Creo que ese
miedo viene de aquella ocasión a los 10 años, cuando me estaba ahogando en una
alberca y nadie me ayudaba, mi papá me estaba viendo y sólo lo vi cruzar los
brazos sin hacer nada más que verme inmóvil. ¿Por qué no me ayuda?Le pedí que
me enseñara a nadar pero no lo hizo y ahora que necesito que me ayude no lo
hace. ¿Por qué solo me ve? ¿Por qué nadie me ayuda? Mis tíos estaban a espaldas
de mi papá, al parecer no veían absolutamente nada sobre mi agonizante lucha
por salir a la parte más alta de la alberca ¿Por qué nadie me ayuda? En un
último intento por recuperar un poco de mi sentido común cómo mínimo en ese
momento de pánico, intenté dar pequeños brincos mientras que con mis brazos
trataba de impulsarme hacia adelante, pero el aire era algo que no tenía y el
agua poco a poco se introdujo a mi garganta, mis pies desesperadamente
impulsándome se cortaron con la superficie rígida del fondo de la alberca. De
repente no sentí más que agua por todos lados y agua entrando por mi boca
mientras mi cuerpo caía al fondo de la alberca sin poner resistencia a nada. Es
el fin. En ese momento logré sentir el escalón de la parte alta de la alberca
con las manos y antes de que pudiera ser consiente de cuanta agua había tragado
ya, gatee al escalón lo más rápido que pude para dar un brinco con las últimas
fuerzas que me quedaban para ponerme de pie. Cuando salí de la alberca aterrado
y asustado deseando un abrazo y un “¿estás
bien? Perdón hijo, de verdad perdóname por no ayudarte” lo único que recibí
al preguntar a mi papá ¿cuáles fueron los motivos por los que no me ayudo? Sólo
me respondió “pero saliste ¿no? Para que
entraba si tú ya habías salido?” Odie tanto su respuesta, tan ilógica y tan
mortal -no se si exagero en el término “mortal”
pero por lo menos es algo que hasta la fecha sigo recordando de esa forma-
detesté nadar desde ese momento, morir ahogado para mi es la peor muerde desde
ese instante y hasta la fecha guardo rencor por no ayudarme cuando lo necesité.
Pero aprendí algo: Si te dedicas a esperar algo de los demás, compasión,
piedad, lástima; si no haces nada por solucionar tus problemas por la estúpida
idea de que alguien te los solucionará después de que te diga “pobrecito”, estás perdido.
El tiempo pasó más rápido de lo que esperaba, y lo único que me
mantenía con la idea de no querer seguir viéndolo nadar o a veces no tener que
ir a verlo, es que después de nadar íbamos a su casa. La situación incomoda de
su mamá se volvió mucho peor.
Por primera vez no quería ir a su casa, estábamos haciendo planes
para vernos y en definitiva no quería estar escondiéndome de su mamá. Si no
sabía que estaba allí me tenía que esconder para que no me viera y si sabía que
yo estaba allí no quería verla, así que también tenía que esconderme. Así que
le dije a Julio que no siempre iba a querer esconderme en su cuarto, pero lo
dije estando molesto. Él entendió que lo decía por que no me gustan las
relaciones de closet, y efectivamente, siempre rechacé una relación en la que
tuviese que esconderme, pero él lo valía en todo sentido. Se entristeció y
trate de enmendarlo, pero era demasiado tarde.
Capitulo VIII
¿Han notado la peculiar forma en la que un suceso lleva a otro? Mi
maestro de Historia le llama “Sentido
Histórico”. Es una palabra con doble significado: Por una parte tenemos la
interpretación de sentido cómo una secuencia, un orden o un lineamiento a
seguir, el sentido que adquiere un acontecimiento dentro de su contexto, por
ejemplo. Y también esta la interpretación de sentido cómo un sentido más de los
5 que tenemos: oído, olfato, tacto, gusto y vista. Es la capacidad que tenemos
las personas para relacionar nuestro presente con algo que ocurrió anterior a
nuestro presente, y luego relacionar ese suceso anterior con otro anterior y
así encontrar el sentido de la historia.
Cuando su mamá se enteró que él y yo eramos novios fue cómo si el
primer ángel del apocalipsis soplara la primera trompeta. Ella terminó por
aclarecer y confirmar lo que en mi cabeza rondaba pero trataba de no dar por
hecho: no apoya nuestra relación, en definitiva no me quiere a lado de su hijo.
La única esperanza que me quedaba era mi plan inicial: tratar de demostrarle a
su mamá quien soy, demostrarle que se equivoca al juzgarme así, a pesar de que
ese plan hasta ese entonces no me había servido de nada, era la única
alternativa que tenía así que me propuse a esforzarme mucho más.
En el cumpleaños de mi suegra le llegó la noticia de que Julio ya
no era soltero, por lo que el día que Julio y yo nos veríamos para salir
-viernes si no mal recuerdo- tenía la oportunidad de ir a su casa para darle un
regalo. Le pregunté a julio sus dos colores favoritos, su flor favorita. Hice
un huevo pintado con un mensaje dentro: “Para
una madre, hermana, hija, compañera, amiga y mujer ejemplar. De corazón muchas
felicidades”, también hice una caja pintada de verde con franjas y detalles
dorados y cómo le gustan los girasoles compré flores pequeñas parecidas a los
girasoles para adornar la caja.
Cómo cada cosa que hago a modo de regalo con el corazón, siempre
guardo algo en ellas.
El cuadro tenía mi sueño que ahora estaba viviendo, el huevo y la
caja tenían mis esperanzas.
Cuando la vi y le di el regalo le abracé tratando de ser lo más
afectivo posible para demostrar mi alegría porque Julio tuviese a su lado a una
madre tan admirable cómo ella, y de verdad eso sigo pensando de ella hasta la
fecha. Pero lo que ella pensaba de mi no había cambiado en nada.
Cuando él y yo salimos siempre le da su mamá suficiente dinero
para sus pasaje y para cualquier otra cosa, en esa ocasión sólo le dio lo
necesario para sus pasajes ya que iba a salir conmigo, por lo que no pudimos
hacer mucho. Quedaba claro que me seguía viendo cómo un aprovechado, al menos para
ella para ella.
¿Quién diría que sería nuestro último día en paz? Y peor aún
¿Quién diría que el simple hecho de decirle a Julio que no siempre iba a querer
estar escondido en su cuarto, iba a tener una mala interpretación? Yo sólo
deseaba salir más con él para poder olvidarme por lo menos cada tercer día de
la frustrarte, molesta e incomoda situación que vivía cada vez que iba a su
casa.
¿Quién hubiese podido adivinar que él hecho de que él me diera mi
lugar ante su mamá sería el peor error que pudo cometer por algo que dije de
una forma mal expresada?
Pero el hubiera no existe
Capítulo IX
Mi mejor amigo y yo tenemos una historia bastante peculiar. Nos
conocimos el día que cometí el peor error de mi vida. Nos caíamos mal, en mi
cumpleaños nos golpeamos -o más bien me golpeo-, nos decíamos mentadas de
madre. Posteriormente él y yo nos unimos un poco cuando su novio se tuvo que ir
a Sonora, yo lo escuchaba cuando se sentía mal, le daba a veces un empujón
cuando lo necesitaba y también cuando no lo necesitaba. Posterior a eso el peor
error de mi vida me hizo saber que eso era: el peor error de mi vida. Cuando
más lo necesitaba, cuando más necesitaba aclarecer todo en mi cabeza y saber
tomar el camino correcto él estuvo conmigo en las buenas y en las malas. Desde
entonces él y yo somos hermanos y por ello festejamos el 16 de Junio en
conmemoración al mismo día del año 2012. El día en el que nos conocimos.
Yo tenía mucha ilusión al pensar que el sueño de mi vida y el
hermano que nunca tuve se conocieran así que José Ángel y yo nos organizamos
para que él conociera a Julio. Sería un día perfecto. Eso era lo que creía.
Cuando llegó el día en el que Julio y José Ánge se conocerían
llegué sumamente feliz por el día tan especial que tendríamos los 4 juntos en
una cita doble (José Ángel y yo junto a nuestros novios). Pero Julio no
mostraba el mismo entusiasmo que yo.
¿Han visto cómo un enfermero primerizo quiere darle la noticia a
un padre que su esposa, o su hijo han muerto? Los ojos llorosos, los labios
temblando reseco, blanco y cuarteado, las manos frías, el rostro pálido; y cuando
ve directamente a os ojos a aquel padre que espera saber que su esposa ha
tenido a un hijo hermoso, se desploma en llanto.
No imaginé jamás que sus ojos cafés, esos ojos que me hacía vibrar
ahora me darían tanto dolor.
“Hablé con mi mamá ayer, mi familia la está
presionando para que tú y yo terminemos. Dicen que eres un aprovechado, que
abusaste de nuestra nobleza, que te aprovechaste de mi inocencia; yo se que no
es así, créeme que yo jamás pensaría algo así de ti”
No recuerdo que más vino en esta parte, porque cada una de sus
lágrimas multiplicada por cada letra pronunciada se sentían cómo agujas al rojo
vivo en mi alma.
“Quiero que hoy no pensemos en esto, pero no
puedo evitar no decirlo, lo notaste y no puedo engañarte. Me siento horrible,
pero quiero que este día sea perfecto para ambos, quiero que nuestra despedida
sea feliz y nos quedemos con lo bueno que siempre compartimos juntos”
El resto del día nos divertimos. Probó las mejores paleras heladas
del mundo, caminamos para el lugar de encuentro con José Ángel. Cuando llegamos
allí estaba, lo presenté. Por más que deseaba desahogarme con José no pude
decirle, prometí no mencionarlo y olvidalo por completo para tener un día
perfecto con mi hermano y el sueño de mi vida. Caminamos un paruq ecológico,
hicimos bromas, me cargó y me sentí feliz, tanto que cais olvidaba lo doloroso
que fue verlo llorar. La última vez que volaremos juntos.
Nos la pasamos bien juntos pero no pudimos fingir que nada pasaba
al final del día. Me contó lo mucho que ama a su mamá pero también me contó que
su mamá lo aleja de ella aunque no quiera. Me contó todo lo que su mamá le ha
obligado a hacer desde pequeño. Él tiene tanto miedo a perder a su madre, o a
hacerle daño, perdió a su padre a los 5 años, no quiere lo mismo para su mamá.
“El ser más amado que le recuerda al hombre
que amó”.
Mientras me contaba todo, en mi cabeza todo se armaba, lo que ya
sabía desde un principio: son su única familia, ambos están dispuestos a hacer
lo que sea con tal de no perderse uno al otro, ambos se aman y mucho pero uno
no habla con el otro de cómo en realidad se siente.
Valía la pena el sacrificio.
Capítulo X
Hay personas nobles en el mundo. Por ejemplo, frente a mi casa hay
un perro, lo sacaron de la casa -no sé a que se deba que lo hayan sacado-,
siempre se sienta a cuidar la casa de aquellos de quienes le echaron a la
calle. Él les guarda un profundo cariño y respeto a aquellas personas, tanto
que no deja de alegrarse y de recibirles con una sonrisa cada vez que ve que
algún integrante de la familia llega a casa. No es gentil y tampoco sonríe
esperando ser alimentado o esperando a que le dejen regresar a casa, es nobleza,
cariño, respeto y fidelidad en un estado tan puro que no es humano. Porque las
personas a veces nos casamos con la idea de que por amor hacemos solamente
tonterías, que nos hacemos más idiotas, que nos perdemos a nosotros mismos y
que le damos a la otra persona no amor, le damos la oportunidad de manipularnos
y destruirnos a su antojo. Yo sé bien que mis sentimientos, ideales, metas y
logros sólo me enriquecen a mi, pero Julio me mostró que por amor no sólo he
hecho tonterías y grandes estupideces, también fui capaz de construir un mundo
para él y para mi, un mundo debajo de las escaleras donde ambos volábamos
juntos. Un mundo al que estaba dispuesto a renunciar si eso era lo correcto.
Nada me costaba decirle que podíamos andar a escondidas, pero él
sabe que difícilmente acepto ser reprimido y quedarme callado, y yo se que él
no está dispuesto a arriesgar la relación que tiene con su mamá, también se que
él y su mamá tienen mucho que arreglar entre los dos y finalmente se que no
podía ser tan egoísta cómo para ignorar que terminar conmigo es justo el
empujón que él necesita para decidirse a arreglar las cosas con su mamá. Ahora
se cual es el camino correcto.
Renuncie a nuestro mundo por su felicidad.
La despedida en el metro duró cerca de una hora o quizá menos,
pero por lo menos para mi duró eternamente. Ambos tratamos de mantenernos
firmes en la convicción de no llorar, pero por más que intenté que él no me
viera desplomarme ya que él se sentía igual de mal que yo, no pude evitarlo,
rompí en llanto. Una despedida larga siempre es más dolorosa, pero en este caso
lo ameritaba.
Las promesas siempre son intentos por sembrar esperanza, intenté
calmarlo para que nos hiciésemos la promesa de enterrar lo que ambos sentíamos,
pero enterrarlo no cómo una sepultura, sino cómo una semilla que si la vida así
lo quiere ambos cuidaremos de nuevo y volverá a renacer. Secar sus lágrimas era
lo único que me mantenía fuerte en ese momento a pesar de mi propio llanto.
Es impresionante lo que pasa en tu mente en un segundo. Un segundo
en el que se rompé tu jarrón favorito, el segundo en el que tomas un atajo por
el callejón oscuro en el que te arrebatan tu cartera, el segundo en el que ves
el maltrato asqueroso y bestial de un animal indefenso, el segundo en el que
una mujer es violada y sin recibir ayuda a pesar de sus gritos ahogados por la
mano de su agresor, el segundo en el que ves cómo asesinan a una persona o el
segundo en el que ves al amor de tu vida partir en un metro mientras lo último
que vez en él son las lágrimas que se sienten cómo agujas al rojo vivo en tu
alma.
Para ser honesto ni si quiera se cómo describir todo lo que
cruzaba por mi mente en ese segundo, pero se sentían cómo todos mis gritos
desesperados que jamás pensé gritar ni en una semana diciendo “no te vallas, por favor detengan ese metro,
¿qué no ven que mi sueño se va para siempre en ese metro?” al mismo tiempo
una y otra y otra vez mientras mi mano en el cristal de la ventana trataba de
disimular un gesto de agradecimiento, pero en el fondo era el impulso más
inconsciente que conscientemente dejé escapar queriendo estar de nuevo con él,
dentro de ese metro que en sólo un segundo se llevó al sueño de mi vida.
Capítulo XI
Las esperanzas a veces dan ilusiones, pero las ilusiones no dan
sueños.
En la noche siguiente no dejé de pensar en que quizá si él hablaba
con su mamá se retractaría en separarnos, era el último intento que me daba mi
corazón para darme esperanzas, pero en el fondo sabía que no eran esperanzas,
eran sólo ilusiones.
En la noche solo se confirmo nuestra separación, lo único que nos
dijimos para cerrar lo nuestro fue dedicarnos una canción. La canción que me
dedico se llama “While Your Lips Are
Still Red” de NightWish. Me dijo que siempre espero a encontrar
a un hombre que la mereciese, alguien que de verdad lo hiciera feliz y que lo
valiera.
“El primer hombre en mi vida”
- Julio Diaz Rodriguez –
Yo, por más que mi corazón me decía que hiciese lo posible para
seguir a su lado, mi mente sabía que Julio estaba muy mal, que no necesitaba
más dolor, que ahora lo que más necesitaba era arreglar las cosas que desde
hace ya muchos años se ha guardado. Necesitaba estar firme para arreglar la
situación con su única familia, para protegerla, salvarla y no perderla. Por
más que me doliera no podría ser egoísta, no podría, no pude y no quise. No
dije más que un par de palabras que, hasta la fecha, me siguen sorprendiendo al
haberlas dicho tan firmemente: Nuestra despedida fue en el metro, yo no tengo
nada más que decirte, no necesitas más dolor del que tienes. Por favor, no
hagas esto más difícil.
Las promesas siempre son un intento por dar esperanza.
Julio me prometió continuar en contacto conmigo por Whatsapp, ya
que si lo veían platicando conmigo en Facebook se metería en problemas. Yo
accedí con la esperanza de que si pierdo mi sueño, tengo la esperanza de ganar
a un muy buen amigo en un futuro.
Pero las cosas no siempre son lo que parecen y las personas
tampoco.
Capítulo XII
Había pasado ya un día de haber perdido el rumbo de mi vida, había
perdido mis sueños, no sabía ya que soñar. Mi mamá era la única que me había
visto llorar ya hace años, pero el volver a tener la confianza de llorar de esa
manera con ella llevo poco más de 4 años. Obviamente mi mamá detestó la forma
en la que me trató la mamá de Julio, nunca había hablado de ese tema con ella
hasta aquel día en el que Julio y yo nos despedimos. Tener problemas con una
suegra ya era suficiente cómo para que la suegra de Julio se molestara con él,
o por lo menos ese era mi temor para decirle cómo me humillaba su mamá. Pero me
vio llorando así que no pude ocultarle más todo lo que me ocurría y todos los
pensamientos y sentimientos que esto me producía.
Mi mamá quería llamar a mi ex-suegra para decirle las verdades que
yo, hasta la fecha, aun quisiera decirle, pero la convencí de que no lo
hiciese. Julio es quien debe hablar con ella, ya no tanto de mi, sino de ellos
dos y si mi mamá llamaba a la mamá de Julio la situación, lejos de
solucionarse, empeoraría y se tornaría más tensa. Tanto él cómo yo estamos
sufriendo, lo sé, por eso se que no necesita más sufrimiento ahora.
Esa noche, después de nuestra definitiva despedida, no dormí en lo
absoluto, deseaba tener una señal de ahora que camino tomar, no tenía ni idea
de que haría en mi vida, por tonto que parezca, todo en mi vida se había
tornado a un sueño, uno que se hizo recuerdo.
El precio más alto de un soñador es que su sueño se haga real.
Paso un día en el que sentí que caminaba sin avanzar, cómo si
caminara a ciegas sin darme cuenta que no caminó para ningún lado, era cómo si
estuviese atado a una roca condenado a caer por siempre a un mar oscuro sin
fondo. En mi limbo emocional la única salida que encontré desesperadamente fue
escribir, era la única forma en que podía intentar tener claro cada cosa que
tenía en la cabeza. En mi desesperación, cómo un hombre sofocado en un desierto
intentando encontrar la botella de agua que sabía que había dejado en algún
lugar, encontré una libreta, la primera que tuve a la mano. Era una libreta de
Marie, la gata de la película “Los
aristogatos”. Era la libreta de química de una amiga de la escuela, me la
prestó para poder ponerme al corriente en los apuntes y trabajos que me
faltaban cuando no pude ir a la escuela por una infección fuerte en la
garganta. Allí, en Marie, cada cosa que sentía y pensaba, todas mis dudas y
respuestas las escribí en una carta, una carta cada noche, diariamente.
Capítulo XIII
(Carta primera.)
Mi mejor amigo y hermano me contó una vez que haciendo un
juramento al viendo, si lo hacías de corazón, este se cumpliría. Al no tener ni
si quiera bases para mantener mi espíritu en pie, tener fe en que alguien me
daría entendimiento y sabiduría, que me escucharía sin que “no llores” fuera la palabra más frecuente, era algo que me daba el
primer rayo de luz de esperanza, esperanza basada en una fe espontanea en la
que intentaría creer.
Aún recuerdo la primera carta que le escribí. Deseaba tanto hablar
con él, deseaba tanto que Julio me escuchara, que fuera él quien secara mis
lágrimas otra vez, y yo secara las suyas una vez más. Deseaba tanto que él
fuese quien me diera la estabilidad, la seguridad, el cariño y la fortaleza que
necesitaba en ese preciso instante. Tenía que, de alguna manera, intentar
encontrar que él fuese quien por lo menos me escuchara. Lo único que se me
ocurrió fue escribirle una carta, donde cada sentimiento, pensamiento y lo que
fuese que quisiera sacar en ese momento, él fuese quien estuviese allí conmigo.
Así nació Marie, el Julio que en mi mente cree para poder mantener mi cabeza en
su lugar sabiendo que él, o por lo menos un “él”,
me estaba escuchando.
“2 de Agosto del 2013.
Amor: Te necesito, no puedo estar en paz,
intento seguir pero no puedo. Ahora que no estoy contigo me siento más
destrozado que nunca. No puedo dejar de llorar, de querer detestar al mundo.
Quiero gritar para que me escuchen, para que tú me escuches. Quisiera saber
cómo estás, si estás bien, si has hablado con tu mamá, saber cómo te sientes,
saber si también me extrañas; sonará una pendejada, pero quisiera saber si aún
me quieres, quisiera saber si soy el único que siente que este cariño le quema
el pecho. Siento matará el dolor de esta injusticia.
No quiero platicar con nadie, porque nadie
sabe cómo me siento excepto tú, pero no quiero decírtelo, no necesitas más
dolor. Pero el calor de tu recuerdo me quema y me consume en vida.
Quisiera morir, quizá dolería menos que este
inmenso dolor, pero no lo haré. No quiero dejar esto así, aun quiero recordarte
y, por tonto que sea, aun quiero quererte.
Hace un rato se me ocurrió intentar hablar
con ti mamá, no de mi, sino de ustedes. No quiero decirle lo que me confiaste
ayer lo de tu papá y todas las cosas que has sacrificado por amor a ella- lo
que quiero es hacerla entender que ustedes dos no están bien, que necesitan
hablar, que eres un chico maravilloso, que te guardas las cosas por no
lastimarla, que tienes miedo a perderla y que ahora te sientes asustado, sin
saber que hacer. Quisiera hacerle entender que solo dejarás que tu corazón lo
lleve la corriente del destino sino arreglan a tiempo la situación entre
ustedes dos, hacerle entender que ella, al igual que yo, tiene que lograr
quitarte tu armadura, conocer tu hermoso corazón y darse cuenta que estás
sufriendo, que la necesitas, que siempre la has necesitado, que tienes un
corazón que desea con todas sus fuerzas sentirse amado y, sino pude ser yo, quisiera
que entonces tú mamá debe escucharte y acercarse a ti.
Quisiera hacerle ver que si terminaste
conmigo es porque te sacrificaste por ella, y si yo renuncie a ti no fue por
ella, fue por ti; porque sé que se aman, que son su única familia y se
necesitan uno al otro.”
Mientras cada línea escrita en la carta brotaba tan fluidamente cómo
si tuviese a Julio frente a mi escuchándome, no pude evitar dejar de escribir
por unos minutos al permitirme llorar.
Marie es un invento de mi mente para intentar hablar con Julio, pero hasta yo se
que él me dejaría llorar, y a pesar de que Julio secaría mis lágrimas, en Marie
calló una de ellas. Por extraño que parezca sentí la sensación de sus manos
sosteniéndome el rostro, cómo en Huehuetoca, aquella vez que no pude evitar
llorar de felicidad el día que me pidió ser su novio, y mientras me veía secaba
mis lágrimas. Teniendo ese recuerdo que me quemaba por dentro me di fuerzas
para continuar escribiendo.
“La idea de escribirte surgió al ver la hoja
de cuaderno con el “te quiero mucho” escrito a plumón gris. En cuanto la
encontré y la abrí no pude más, me desplomé y la primera cosa que vino a mi
cabeza fue escribirte una carta. Ahora estoy sentado en el balcón buscando la
Luna pero, al igual que tu mirada, esta noche no está conmigo y no la puedo
ver.
No se que hacer. Miro al cielo queriendo que
el viento se lleve mi dolor pero me da miedo que se lleve tu recuerdo.
Algún día leerás esta carta y las demás, por
ahora buscaré cómo hablar con tu mamá, quizá valla mañana, no lo sé. Si lo hago
mañana lo sabrás, por lo menos por escrito.
Te quiero mucho, descansa, dulces sueños
amor.”
Capítulo XIV
(Segunda carta.)
Acabando de escribir el capítulo anterior esculqué a Marie para
buscar en que pagina de la libreta escribí la segunda carta que colocaré, cómo
han de notar ya, mi historia se ha extendido a 21 paginas, por lo que considero
que citar los fragmentos más significativos de cada carta, cómo lo hice en el
capítulo anterior, sería menos práctico, ya que mi estado de ánimo -si así le
quieren llamar- no había cambiado de un día para otro. Por ello quiero colocar
las cartas en las que de verdad mostré un cambio significativo a la anterior,
así mi estimado lector no pierde de vista el objetivo de estas líneas: entender
cómo fui evolucionando en este proceso de cambio en mi vida.
¿Cómo llegue a esta explicación?
Oh, es verdad.
Esculcando a Marie calló una hoja, con letras escritas con plumón
gris. “Te quiero mucho” no lo dice
textualmente ya que más bien es un “T.Q.M”
pero en la historia preferí no colocarlo de esa forma para que fuera más claro
para mi estimado lector el entender el significado de esas tres letras. Debo
admitir que por un momento me sentí tan melancólico que pude haber llorado,
tanto así fue que mi computadora se estaba convirtiendo en Marie, pero no
quiero perder el objetivo de mi escrito.
Cómo he dicho antes, cada cosa que hago cómo regalo tiene una gran
parte de mi. El cuadro que hice para Julio guardaba mi sueño, el huevo y la
caja para la mamá de Julio guardaban mis esperanzas y este escrito que hice
para mi guarda mi libertad.
“7 de Agosto del 2013
Buenos días Sr. Diaz”
Él y yo siempre nos saludábamos de esa forma: Sr. Diaz y Sr. Lira.
“Sé que siempre escribo en la noche pero me
paso algo esta noche que quisiera compartirte. Soñé que todo esto era real. En
mi sueño el dolor, la impotencia, todos nuestros recuerdos, los que ahora me
destrozan, me visitaron y ver que no era un sueño fue mucho peor. Quizá hubiese
sido mejor no despertar para seguir creyendo que era solo eso: un sueño. Y tal
vez, sólo tal vez, cuando algún día despierte te encontraré a mi lado,
abrazándome, mirándome, me darás un beso y me dirás “buenos días mi amor”.
Hoy me desahogué con un familiar, prima de mi
mamá llamada Verónica, a quien no conozco en persona. Le platiqué todo lo que
me ocurre y me dijo algo que hizo sentir a mi corazón con un poco de alivio:
“No te preocupes hijo, sé que lo que hay
entre ustedes es puro amor, pero si ese chico realmente es para ti, si en
verdad se aman volverán a estar juntos, y si no, no te preocupes, alguien más
especial te estará esperando.”
La parte de “alguien más especial” fue cómo
una especie de luz pero para encontrar a alguien más especial que tú creo que
debería irme a marte, allá tengo más casi la misma posibilidad de encontrar a
alguien mejor que tú que aquí, incluso quizás allá tenga más posibilidad.
Por extraño que parezca mi pecho tiene ganas
de llorar pero algo me lo impide. Quizá sean mis propias ganas de salir
adelante que por fin dan señales de vida entre toda esta catástrofe, pero a
pesar de ello quiero llorar porque me duele, porque aún te necesito, aun te
quiero y aun tengo tanta rabia. ¿Por qué no estás aquí estúpido?”
Es peculiar la manera en la que muchos recuerdos te vienen a la
mente mientras intentas escribir para provocar llanto en ti, para desahogar
todo lo que tienes adentro, para no guardarte nada.
Cuando Julio me pidió ir a acompañarlo a comprar un regalo para el
cumpleaños de su mamá, al mismo tiempo que yo le interrogaba sobre sus gustos,
nos tomamos una foto, o mejor dicho la foto.
“Aún recuerdo tu cara de enamorado en la foto
¿Lo recuerdas? Traías tu camisa del IPN, fue nuestra primera foto en la que te
doy un beso, un dulce, tierno y enamorado beso en la mejilla. Tú me dijiste que
te veías feo porque tenías cara de enamorado y yo te dije que por eso te veías
hermoso.
Extraño tu cara de enamorado.”
Allí fue cuando mi objetivo de querer llorar fue alcanzado al
llenar mi cabeza de recuerdos que necesitaba vaciar de aquellos sentimientos
que amarraban a la nube de escombros que antes era nuestro mundo.
“Ese día no tenías cara de enamorado, tenías
la cada de alguien destrozado, llena de dolor, de tristeza y rabia.
El día de esa foto reíamos felizmente por
nuestra primera agresión de parte de alguien homofóbico. Sigo creyendo que
quizá no fue así, pero estabas tan feliz porque no te afecto, porque no me
soltaste la mano y porque te sentiste tan orgulloso, que la duda de que quizá
no fue agresión cómo tal el comentario de “no se valla a perder” que un sujeto
lanzó para quien sabe que parte, fue algo que consideré innecesario y torpe
mencionar.
Daría el alma por verte mirándome así de
enamorado otra vez. Si tan sólo ese día hubiese podido cambiar tu mirada
desgarradora por esa mirada tan hermosa que tanto extraño, sería el hombre más
feliz del mundo, tanto que no me importaría morir en ese mismo instante.
Quise ver la Luna pero hoy tampoco está,
ojala esté contigo recordándote que estoy aquí, queriéndote con todas mis
fuerzas.
Buenas noches, te mando muchos besos y todo
mi cariño. Hasta mañana.”
Aún recuerdo que lloré tanto, por casi poco menos de dos horas que
pude dibujar un cielo estrellado. Una estrella en cada lugar donde calló una
lágrima en el cuaderno.
Capítulo XV
(Tercera carta.)
Después de rogar al viento, a la Luna que nos regaló un mundo para
ambos y a las estrellas por aquello que me hiciese encontrar un sendero, por
pequeño que fuese, algo que me hiciese encontrar un lugar en medio de esa nada
tan absoluta, negra, vaciá y tenebrosa en la que me sumergía. Después de todas
las noches en el balcón ese algo había llegado a mi.
“17 de Agosto del 2013.
Hola amor. Hoy por fin tuve la señal que
esperaba ver, bueno, la escuche. En la mañana escuche la radio y el locutor
leyó con una voz amable y clara una carta que habla de cómo pareja de
enamorados se prometían guardar todos sus recuerdos, sus sentimientos y lo que
construyeron juntos “entre las horas para siempre”. Antes de ello escuché una
canción que me liberó de nuevo mi cariño por ti, y al acabar esa carta hubo una
canción más que me hizo ver que este cariño no lo debo de retener, debo dejarlo
fluir y no es necesario dejarlo ir. Te prometí salir adelante y que estaría
bien, entonces dejaré que este cariño fluya y si quiere se valla, pero todo lo
vivido se queda conmigo.
Entre las horas para siempre.
¿Recuerdas ese pan que compramos para mi el
día que encontraste esos 50 pesos debajo de mi asiento cuando regresábamos de
Huehuetoca? Hoy que mi mamá me obligó a acomodar mi cuarto, limpié la maleta
que me llevé ese fin de semana contigo. Allí estaba ese pan, en ese momento
tuve una idea que hasta ahora me he sentado a pensar detenidamente: ¿y si el
corazón es cómo ese pan? Piénsalo. El pan, en parte, no me lo comí por
guardarlo mientras mis recuerdos de todo lo que pasé contigo desfilaban por mi
cabeza, al igual que el miedo que tenía cuando tu mamá nos vio abrazados en el camón
y por lo ocurrido con el huacamole. Tanto así fue que ese pan lo olvidé y se
quedó allí guardado durante todo este tiempo. Ahora es incomible, insalubre e
incluso casi irreconocible por la forma en la que se aplastó y pudrió. Queriendo
aplicarlo en mi caso. Si mi corazón lo guardo porque me la paso reviviendo
recuerdos de ti, por estar escribiéndote cartas diariamente y por preocuparme
en no volverte a ver nunca más, quizá mi corazón termine cómo ese pan: sin
amar, seco, y tan oxidado que quizá difícilmente sentiría algo. No quiero eso
para mi, pero tampoco quiero dejar ir este sentimiento tan puro. Odio cuando
las cosas se ponen grises en apariencia, a veces necesito distinguir el negro
del blanco para poder encontrar el verdadero gris. Necesito distinguir en que
quiero y que no para saber que es lo que debo elegir.
Necesito pensar amor, dulces sueños. Descansa
y hasta pronto Sr. Diaz.”
Capítulo XVI.
(Cuarta Carta.)
Esta fue la carta más corta que le escribí, creo que no tengo tanto
problema en transcribirla completa. Ese día me decidí a armarme de valor por la
primera meta que lograba plantearme firmemente: hablar con mi ex-suegra.
“ 29 de Agosto del 2013
Hola amor, son las 12:25 am.
No encontré a tu mamá, me pasaron muchas cosas
que debo procesar, Sólo quiero que sepas que poco a poco dejaré de quererte.
Así debe ser. No puedo retenerte y no quiero retenerme por mucho más, poco a
poco mi gran cariño por ti lo he estado dejando fluir para liberarnos. Solo así
estaremos en paz.
Ya no buscaré a tu mamá, esa elección es nada
más tuya. Por favor se fuerte para romper tu armadura de miedo, no oprimas más
tu corazón y no te minimices por amar a tu madre. Si en verdad la amas entonces
no permitas que ella te siga alejando. Los dos se aman y arreglaran las cosas
cuando le hagas ver que tu hermoso corazón está sufriendo desde hace años.
Espero no te sientas mal porque he estado
dejando de quererte. Mañana te explico porque lo hago, bueno al rato por la
mañana. Solamente te diré que si te dejo de querer es porque te quiero.
Al fin hoy me atreví a descargar y escuchar
la canción que me dedicaste el día que nos despedimos y he comprendido más
sobre lo que me ha ocurrido desde el día en el que te vi partir en el metro.
“Besa mientras tus labios aún estén rojos”
El último hasta pronto Julio y el último
adiós Marie se acercan.”
La razón por la que estaba dejando de querer a Julio es porque no
hacia bien quedándome allí a esperarlo,
sé que él no haría lo mismo por mi. No podía ser egoísta con él para
querer obligarlo a regresar conmigo sólo porque lo esperé y tampoco podía ser
tan egoísta conmigo mismo y elegir obligarme a esperar cuando tengo toda una
vida de decisiones difíciles por delante. O mejor dicho, no quería quedarme
esperando a que mi unicornio me salvara, porque sé que así cómo él se salva a si
mismo, yo debo de hacer lo mismo por mi.
Capitulo XVII
(Quinta carta.)
Cuando ambos construimos un mundo para ambos yo sabía que yo era
el primer hombre en la vida de Julio. Yo se que para él entregarse a mi fue
algo invaluable, por eso sé que cuando decidió estar a mi lado por ese corto
periodo de tiempo él dio su cuerno, el único que tenía para dar la magia que
necesitábamos los dos para construir un mundo juntos. Él, por mi parte, no fue
el primer hombre en mi vida. Me encontré con muchos patanes asquerosos que me
habían hecho mucho daño, pero jamás dejé que mis sentimientos, mi confianza en
las personas, mi forma de pensar, de sentir y de ver el mundo cambiara, porque
a pesar de que esos desgraciados me hiciesen lo que me hiciesen, no valían
tanto cómo para que el resto de mi vida me comportara a cómo ellos me habían
moldeado. Siempre quise y quiero seguir siendo yo mismo ante cualquier golpe de
la vida, si cambio en algo es para ser mejor, no para querer evitarme más
problemas futuros. Así que eso es lo que yo tenía para ofrecer: los
sentimientos que con tanto empeño conservé intactos para alguien que valiera la
pena, y así fue.
“8 de Septiembre del 2013
Buenos días mi amor. Anoche tuve un sueño:
Caminaba al bosque y encontraba a un hermoso
cachorro atado a la reja del bosque. Estaba sangrando del cuello y las patas,
era obvio que luchaba por liberarse de su correa, pero no tenía intenciones de
alejarse de la reja, tenía intenciones de introducirse en ella. Yo lo liberé,
lo sostuve en mis manos y el cachorro pareció sonreírme y acurrucarse en mis
brazos. Mis manos estaban llenas de sangre y el cachorro no paraba de sangrar.
Al despertar me puse a pensar sobre ese
sueño. Al principio pensé que yo era el cachorro que por querer liberarse de la
correa, por no liberarme de tu cariño me desangraba. Pero no es así. Luego vi
al cachorro cómo mi propio corazón, a ti cómo el bosque y a mi cómo yo mismo.
La correa es el pequeño lazo que me une a ti. Tengo que hacerle ver a mi
corazón que por más hermoso que sea el bosque debo dejarlo ir, porque lo único
que me une a él, ese único lazo con el tiempo se hará una correa que le
mantendrá amarrado y sufrirá mucho más y morirá desangrado. Yo debo liberar a
mi corazón pero antes debo despedirme del bosque para cortar ese lazo y
quedarme solo con los recuerdos aquél pasto verde, del aire fresco y puro, de
las ranas en el lago y del silencio tranquilo donde mi corazón fue escuchado,
acogido, amado, valorado y enseñado a ser mejor.
Besa mientras tus labios estén rojos.
La canción que me dedicaste es lo que ahora
me está haciendo ver esto, con la ayuda del viento, la Luna y las estrellas me
han abierto los ojos para hacerme ver a mi corazón que esta triste pero
esperanzado de verdad.
Tengo mucho en que pensar, perdón si no te
escribo mucho en esta ocasión amor. Dulces sueños y hasta pronto”
Good by my lover.
Capítulo XVIII
(La última carta.)
En definitiva la idea de escribir a Julio en Marie fue una gran
ayuda. Sin duda alguna pienso que estaría aún perdido o estaría saliendo del
limbo emocional en el que estaba si no me hubiese apoyado en las cartas que le
escribí -51 cartas para ser exactos- y en hablar con el viento, la luna y las
estrellas. Hasta la fecha no se si mi fe está bien fundada en ellos o no, pero
por ahora cada cosa que platico con ellos me hace sentir más estable, me ayuda
a mantener la cabeza en su lugar y a poder encontrar la solución a mis
problemas.
Antes de que escribiera esta última carta, recuerdo haber leído,
sólo para mi, todas las cartas, las 50 anteriores a esta. He evolucionado y
madurado mucho desde entonces, me gusta y me siento orgulloso de ser la persona
en la que me convertí ahora, y en el momento en el que escribí la última carta
fue cuando me di cuenta de que ahora podría continuar sin Marie y sin Julio.
“20 de Septiembre del 2013.
Marie, Julio:
Hoy es la última carta. Hoy ya no te quiero,
hoy ya sonrío, hoy soy feliz al ser consiente de que te quise y me quisiste,
porque todo ello fue real.
El libro del amor tiene las instrucciones
para hacer lágrimas de alegría.
Fue realmente hermoso todo lo que vivimos
juntos. No se cómo describirte. Fuiste la puerta a una nueva vida para mi.
Nuestro cariño se ha ido, ahora quien lo guarda es la Luna, pero toda esta
felicidad se queda, porque contigo solo fui feliz, tú solo me hiciste feliz así
cómo yo estoy seguro de que te hice feliz a ti. Me hubiese gustado que tú
dijeras lo mismo en persona. Deseo tu felicidad y la mía.
Si ya no te quiero, es porque te quise y
porque tú me quisiste.
Nos hicimos inmensamente feliz. Fuimos el
primer amor en nuestras vidas de maneras diferentes. Quizá algún día
descubramos que tú y yo en verdad estamos destinados a estar juntos o no. Por
toda esa felicidad que no nos la quita nadie, será mi primer gran tesoro que
guardo en el corazón.
Adiós Marie.
Me despido del cariño que tuvimos para seguir
con mi vida y nuestras promesas. Te agradezco todo lo que hiciste por mi. Te
quise de verdad.
Hasta luego Señor Diaz.
No me olvides, yo nunca te olvidaré. Este
lugar es tuyo y de nadie más. Si tengo una nueva relación estable con alguien,
a él le daré otro lugar, algo nuevo, distinto, especial. No los pondré a
competir. Fuiste el amor de mi vida, pero ahora que tengo una nueva vida, él
será el amor de mi nueva vida.
Hoy tampoco hay Luna. Espero que esté contigo
haciendo lo que le pedí cómo favor par esta despedida:
1.- Darte tu felicidad, mi agradecimiento,
fuerza, entendimiento y valor.
2.- Que a ti y a tu mamá los una y que
arreglen las cosas de la mejor manera posible.
3.-Que te de la sabiduría que me dio a mi.
Te quise Julio, en verdad de quieradore con
el corazón. Y por eso amor no te quiero más, espero que lo entiendas.
Adiós Marie. Hasta luego Julio Diaz
Rodríguez.”
Capítulo XIX.
¿Mencioné ya que soy un testarudo de primera? Siempre intento
hacer las cosas tomando el camino largo y difícil, de lo contrario no aprenderé
nada en el camino, desperdicio tiempo y sigo siendo el mismo pequeño tonto que
no aprender de sus errores y no crece. Odio eso, creo que esa es una de las
principales y si no es que la principal y casi la única razón por la que
siempre decido tomar el camino difícil para superar mis problemas.
La esperanza muere al último.
Yo se que habremos muchos soñadores cómo yo y cómo Julio, a pesar
de que digan que ya no los habremos, también sé que la vida siempre te pone
pruebas que siempre te destrozan, unas más difíciles que otras. De nada sirve
que te pongan a hacer el mismo examen una y otra vez desde la primaria a la
universidad para aprobar una maestría. Pero estoy convencido de que siempre hay
maneras, nuestra propia manera, en la que intentaremos hacer lo correcto
siempre sin importar que.
La historia que escribo no sólo una muestra de superación
personal, es una etapa en la que he decidido crecer más cómo ser humano, cómo
persona y cómo individuo. Ahora tengo una pareja estable, debo admitir que
tenía miedo ya que parte de mi me decía que el sentimiento que sentía por Julio
se confundiría con el sentimiento que siento Alfredo, mi actual novio. Pero él
me mostró una manera distinta de amar, una manera distinta de sentir, de
pensar, de ver y de percibir las cosas. Me hubiese gustado decir que e 100% de
este proceso de superación ha sido asunto mío, pero mentiría. En un 35% le corresponde
a todo lo que me da Alfredo y lo que yo aporto a él, ambos nos sentimos cómodos
en una relación estable, reciproca y equilibrada. Él ha luchado por tener un
lugar en mi corazón y yo por tener un lugar en el suyo y ahora puedo confirmar
lo que Verónica, la prima de mi mamá, a quien hasta la fecha aun no conozco, me
dijo alguna vez:
“No te preocupes hijo, sé que lo que hay
entre ustedes es puro amor, pero si ese chico realmente es para ti, si en
verdad se aman volverán a estar juntos, y si no, no te preocupes, alguien más
especial te estará esperando.”
Y en realidad no sé si me estaba esperando o yo a él. Eso es algo
que descubriré con más tiempo mientras me sigo dedicando a escribir cartas para
la Luna.
F I N .
Dedicatoria especial para todos aquellos soñadores que aun quieren
abrir la puerta para encontrarse con alguien de pie frente a ellos, con el
primer “te quiero mucho” más sincero
que alguien les dijo jamás escrito a plumón gris.
No pierdan jamás las esperanzas y no dejen que sucesos dañinos
contaminen sus sueños.
(Nota: El autor de esta obra, posterior a terminar de escribirla,
decidió terminar con el proceso que inició al escribir la primera carta de Marie,
es decir; que decidió quemarlas como último acto para dejar su corazón en
libertad.)
Participante 0012 - Hugo Salvador Lira
Almazán.
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