Escrito 0003 - La llamada |
Ella caminaba por las calles vacías del pueblo, al
principio lo hacía con calma, entraba a cualquier casa a su antojo, observaba
todo a su alrededor, casualmente hurtaba algo de su agrado. De repente cuando
salía de la casa, comenzaba a caminar un poco más rápido con la sensación de
buscar ese algo que sabía que estaba perdido, y ahí comenzaba esa búsqueda
frenética. Entraba a cualquier lugar; tienda, casa, escuela o iglesia, destrozando
todo a su alrededor en la búsqueda frenetica de ese algo. De la nada comenzaba
a sentir miedo y ahí comenzaba una nueva etapa, la persecución.
Comenzaba a correr, la sensación de ser alcanzada por
esa fuerza invisible aumentaba su agitación y cortaba su respiración. Corría,
hasta que daba vuelta en la esquina de su cuadra, la meta era llegar a su casa
y esa estaba a unos metros más. El delirio de persecución se volvía cada vez
más fuerte conforme iba llegando a su casa vacía, entraba y comenzaba a cerrar
todas las puertas detrás de ella. Llegaba a su cuarto, se encerraba y se
escondía debajo de la cama, logrando calmar un poco el terror que sentía al ser
perseguida. De repente supo que alguien entro, sin necesidad de abrir la
puerta, solo sintió la presencia que se iba acercando poco a poco a la cama.
Fue ahí cuando ella volteo a lado izquierdo y vio unos zapatos negros y unas
piernas cubiertas con un pantalón negro de tela fina. El ser que estaba parado
del lado izquierdo de la cama se comenzó a agachar lentamente para sacarla de
su escondite, ella volteo su cara al lado derecho para así evitar ver a su
persecutor. De repente sintió como una mano comenzaba a jalarle el cabello con
violencia arrastrándola fuera de su escondite.
Ella comenzó a gritar, pero se dio cuenta que no tenía
voz… El sonido del tren a la distancia la despertó de su sueño pesado y de la
más terrible de sus pesadillas. Su corazón continuaba latiendo con
desesperación, su respiración seguía rápida y entre cortada, pero una oleada de
alivio la acompañaba, estaba a salvo solo era un mal sueño. El mal sueño de
siempre. Cuando abrió los ojos lo vio todo oscuro y entre lagañas, se tallo los
ojos y parpadeo unas cuantas veces. Su habitación comenzó a tomar forma entre
la oscuridad, todo seguía en su lugar no había nada raro. Las luces anaranjadas
de la calle comenzaron a alumbrar por las ventanas, los grillos comenzaron a
cantar mientras los perros ladraban a la distancia. La noche era calurosa a
pesar del aire que producía el ventilador encendido en su máximo nivel. Era a
mediados de junio, y seguía sin llover; el calor cada día se hacía
insoportable. Ella se levanto de la cama, tomo su celular y vio la hora (03:00
a.m), le dio un trago a su vaso de agua y camino al cajón de la cómoda; saco una
caja de cigarros y un encendedor de gas. Era la rutina del insomnio, salía a su
balcón a fumar mientras escuchaba música relajante y trataba descifrar el
significado de sus sueños. Descorrió el cerrojo con cuidado, giro la perilla de
la puerta con sigilo y comenzó a jalar la puerta hacia a ella tratando de que
esta no golpeara o rechinara. Salió al balcón, tomo asiento y comenzó a fumar
lentamente. El sereno de la noche la tranquilizo y le aclaro un poco las ideas.
Era la misma pesadilla de siempre, de la cual nunca
encontraba significado. No era presagio, no era nada, pero causaba tanto miedo
que a veces prefería no dormir.
Termino su cigarro y se quedo un rato sentada
disfrutando del sereno, sentía la necesidad de dormir, y en un momento creyó
que su fuerza de voluntad era más que su necesidad pero al final la necesidad
triunfó y tuvo que volver al calor sofocante de la habitación, no sin antes
volver a cerrar la puerta del balcón con el cerrojo y el seguro, medida de
seguridad absurda y extrema a la vez, pues su casa era una prisión.
Cerró los ojos cansada de este mundo, los abrió de
nuevo en el mundo de las posibilidades infinitas. Se encontraba debajo de la
cama esperando ver los zapatos de charol negros caminando al lado izquierdo de
la cama, justo en el momento en que debían aparecer una calma sobrenatural
comenzó a reinar en su habitación. Aguantó la respiración varios segundos para
así escuchar mejor, pero un silencio espectral reinaba dentro y fuera de la
habitación. Cuando volvió a respirar decidió salir de su escondite, comenzó a
arrastrarse cuando de repente escucho una voz saliendo de las paredes,
susurrando directo a sus oídos: -Tienes la curiosidad de saber, y yo lo sé
todo. Sabes quién soy y sabes cómo llamarme. -¿Por qué te apareces en mis
sueños?- dijo ella en voz alta, y después llego la sorpresa, por fin podía
hablar en su sueño. -¿No recuerdas? Me llamaste, pero nunca tuvimos un trato.
Me tentaste, ahora yo te estoy tentando a ti. No digas más y abre los ojos. Ya
sabes cuál es la paga. Abrió los ojos, todo era oscuridad por unos segundos
hasta que la oscuridad comenzó a tomar forma.
Se incorporo de su cama y busco el vaso con agua en la
cómoda. Le dio unos tragos y se dirigió al baño. Prendió la luz, abrió la llave
del grifo y comenzó a echarse agua en la cara. El eco de la voz del sueño
seguía retumbando en sus oídos, trataba de pensar en otras cosas pero el eco
seguía ahí. Cerró la llave del grifo, tomo la toalla y comenzó a secarse la
cara. Abrió los ojos y vio su rostro limpio, seguía secándose con la toalla
algunas partes de la cara y algunos cabellos mojados. Entonces en su mente
pronunció al innombrable. Volvió a cerrar los ojos y se concentro en meditar, y
por segunda vez pronuncio su nombre; no iba a pasar nada si pronunciaba es
nombre por tercera vez así que lo hizo. Abrió los ojos de nuevo y todo se veía
igual que cuando los había cerrado. Se volvió para dejar la toalla tendida en
su lugar y cuando regreso de nuevo al lavabo la vio. Era una navaja de rasurar,
plateada y brillante, como ella las prefería. La tomo entre sus dedos y comenzó
a jugar a trazar cortes imaginarios en sus piernas, brazos, dedos, en la palma
de sus manos… Agarró la navaja con sus dedos índice y pulgar derechos, y
comenzó a pasar la navaja por su palma izquierda y comenzó a apretarla sobre su
piel que se comenzó a abrir en un surco que iba siendo regado por la sangre que
emanaba al paso de la navaja. Vio su reflejo en el espejo y lo nombro una
cuarta vez, acto seguido estiro su mano y paso la palma de su mano izquierda
por el espejo, manchándolo de rojo y esperando una respuesta a esa pregunta que
la venía matando desde hace meses. Nada, solo las alabanzas insignificantes a
la noche de parte de los grillos. Abrió la llave del grifo una vez más y
comenzó a lavar la herida, volteó hacia el espejo y vio como una mosca se
posaba en el vidrio y comenzaba a beber su sangre. Tomo una gran cantidad de
papel higiénico, lo mojo un poco y limpio la sangre del espejo matando a la
mosca mientras desarrollaba esa tarea. Abrió la puerta del baño y apagó la luz,
necesitaba solo dos cosas en ese momento: aire fresco y un cigarro. Esta vez
llego más lejos que la última, en esta ocasión cerró el trato, pero el
innombrable jamás se presentó. Salió al balcón, se sentó en el piso y encendió
su cigarro. La luna estaba llena y todos los perros del pueblo le ladraban y
aullaban para atraer su atención plateada y que esta iluminara los rincones
donde las presencias de planos astrales diferentes se ocultaban de su vista,
más nunca de su sentido canino.
Habían pasado varios meses desde que lo invoco, la
pregunta seguía al aire sin respuesta. La noche ahora era despejada, las
estrellas plateadas iluminaban el firmamento azul marino. Hacía un viento frío
allá afuera, un viento suave a ratos, que sin previo aviso se tornaba violento
y arrastraba todo a su paso. El rumor del viento era lo único que causaba
ruido, los perros y los grillos estaban callados esa noche. Salió al balcón
como estaba establecido en su rutina, fumo unos cuantos cigarros. El efecto
relajante de la nicotina es su organismo comenzaba a hacer efecto, se dejo
llevar por el rumor del viento y se perdió en una ola de recuerdos y
pensamientos demasiado reales para soportar, pero al final en lo más recóndito
de su corazón, la sensación de echarle sal a la llaga era reconfortante, dolía
como todo aquello que alguna vez sintió.
Tiro la ultima colilla a la carretera, se levanto y
entro a su habitación cerrando la puerta y poniendo el cerrojo. Se sentó frente
a la computadora y continuo leyendo, e inconscientemente esperando, pues la
costumbre se le quedo. De repente escucho un sonido en la puerta, cuando volteo
vio que estaba entre abierta e intento recordar si de verdad había cerrado la
puerta o no. Se levanto y en ese momento el viento soplo y la puerta se abrió
de par en par dejando entrar una ráfaga de viento que le dio escalofríos. Echo
una mirada al balcón y a lo que alcazaba a ver de la calle, cerró la puerta
mientras intentaba recordar si en realidad la había cerrado o no. Al final
regreso a leer sin poner atención los primeros minutos, pero después se volvió
a concentrar en la lectura dejando atrás el dilema de la puerta. A las 3 a.m.
se canso de esperar a la posibilidad, y se fue directo a dormir. Se acomodo en
su cama y hecho una última vista a su celular, y pensó “quizás”. Le costó
trabajo quedarse dormida, o eso le pareció. Lo veía todo oscuro, como al
principio cuando comenzaba a irse al mundo de la inconsciencia pero había algo
que le decía que estaba más despierta que nada. Se quiso mover al otro lado de la
cama pero ese lugar ya estaba ocupado. Sintió un escalofrío similar al que
había sentido cuando entro esa ráfaga de viento. La pesadilla se había vuelto
real y estaban uno al lado del otro. Se volvió de espaldas a Él e intento
dormir. El reloj de la iglesia marcaba el cuarto para las cuatro, habían pasado
45 minutos en la misma cama y ninguno de los dos parecía tener preguntas o
respuestas.
Solo 15 minutos
más y Él se marcharía. Quizás saber la hora la tranquilizo un poco y comenzó a
sentir sueño. Comenzó a irse a su mundo de inconsciencia, pero a ratos volvía a
la realidad. De repente comenzó a soñar, él se acercaba a ella; ella lo
saludaba con una sonrisa. Entonces sintió un fuerte abrazo, y que poco a poco
se fueron soltando. Entonces él se apoyo en su hombro izquierdo, ella podía
sentirlo. Era un sueño, de esos sueños que suelen ser demasiado reales, de esos
sueños que al amanecer se confunden con recuerdos porque son como si de verdad
hubiera pasado, no solo porque podías sentir, podías oler cosas familiares y
podías saborear el momento de la victoria. Él se acerco a su oído y le susurro:
“Tú lo has dicho, quizás… solo es cuestión de tiempo y espera.” Abrió los ojos
y lo vio todo claro, había amanecido. La voz con la que él había hablado seguía
retumbando en sus oídos, pero había algo raro en esa voz, algo que no logro
descifrar. Tomo su celular para ver la hora, era demasiado temprano para ella
pero demasiado tarde para los demás y tenía una llamada perdida, la llamada que
siempre esperaba. Decidió levantarse de la cama, era domingo y tenía que ir a
la iglesia no por convicción sino por obligación. Fue directo al baño para
arreglarse. Abrió la llave del grifo y dejo correr el agua, comenzó a lavarse
la cara. Cuando terminó tomo la toalla más cercana y se la llevo al rostro.
Seco las gotas que tenía y algunos cabellos que se mojaron. Se quito la toalla
y quedo frente al espejo. Lo primero que noto fue una mosca de gran tamaño
parada en el espejo. La ahuyento con la mano. En ese momento se dio cuenta que
la voz del sueño no era de él, sino de Él. Su pregunta había sido contestada.
Lo segundo que noto fue que ella no se reflejaba en el espejo, que este
aparecía vacío ante sus ojos.
Participante
0003 – Rosario Mariscal Velasco
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