I
EL LAGO
El pintor |
En los bosques profundos de mi ciudad
natal, más hacia el sur, existe un claro, donde no hay carretera por la que conducir,
donde los animales evitan llegar, se encuentra un lago tranquilo y apacible. El
área alrededor de él es pantanosa incluso en el más cálido de los días de
verano, sin embargo, ni solo una vez he encontrado alguna rana allí o algún
sonido pude haber escuchado en esa parte de la tierra fangosa. No se puede
ver el lago desde arriba o desde cualquiera de las colinas cercanas. Los
árboles que llevan al lugar son muchos y una niebla siempre los cubre
místicamente, oscureciendo la vista y nublándola, como si se gobernará por una
corriente que no pertenece a ningún viento desde cualquier punto de cualquier mapa.
Para encontrar este cuerpo tan hermoso de
agua se tiene que seguir el bosque caminando hasta el momento en que se
comienza a adelgazar el follaje y sin darte cuenta, tropezarás entre las raíces
podridas de corteza y las hojas secas, llegarás a un punto en el que, paso a paso,
el agua turbia se eleva hasta las rodillas. El musgo y líquenes muertos,
así como la arena te harán dudar si aún sigues en el mismo lugar donde
comenzaste, seguirás hasta que percibas la transparencia fría e inmóvil de un
lugar donde nada crece y no lo ha hecho, quién sabe por cuánto tiempo.
Sentirás el barro que se encuentra bajo
tus pies como si traspasara entre tus dedos y en el momento que sientas esto,
sabrás que estás a punto de llegar, observarás como el espeluznante pantano que
se posaba en medio de aquel bosque se va haciendo cada vez más claro y tomando
la consistencia de un agua tan pura y hermosa, así como profundamente
aterradora. Has llegado al lago.
Para cuando llegues a su orilla, verás
cómo pareciera que caes abruptamente en el negro de la profundidad de una
pupila pero sabrás que no es un ojo lo que estás viendo, aunque sentirás como
te observa. Tendrás la seguridad que este lugar es más viejo en comparación con
la misma aparición del hombre, aunque no haya ningún registro de esto puesto
que nadie nunca ha estado ahí antes.
El lago está lleno de contradicciones
como esta. Suena tranquilo y acogedor, pero sin embargo, te hace señas una
vez que llegas a lo más profundo, escuchas estruendos como si estuvieran
moliendo piedras o si te encontraras en medio de un terremoto de un par de
minutos, otra manera en la que te engaña haciéndote sentir tranquilo y a salvo.
Volteas arriba de ti y ves que lo que se encuentra ahí contrasta con la
oscuridad de abajo como si te encontraras al fondo de un precipicio.
Vuelves a voltear hacia arriba y ves
que hay una suave brisa que hace girar la niebla que habías visto cuando te
dirigías aquí aunque no sientes el viento como si se encontrara solo
suspendido, respiras profundo y lo único que sientes en tu nariz es el hermoso
olor a bosque.
Creo que fue exactamente aquí donde
alguna vez morí y no me refiero físicamente.
No sé cómo sucedió, y sólo me puedo
preguntar cómo fue que encontré el lago en primer lugar. Creo recordar una
figura que me llevaba a ella, pero no recuerdo su forma, o más bien, no puedo
verla con claridad, aunque no recuerdo mucho. A veces me veo a mí mismo
caminando por las orillas del lago como si me encontrara en un sueño.
Recuerdo lo empapada que había estado
esa noche, perdido en el bosque cercano, sin recuerdo de cómo había llegado
allí. Esperé hasta la mañana, para no perderme en los acres de aquel
espeso bosque. Esa noche no pude dormir nada en absoluto, aunque permanecí
con los ojos cerrados y no fue por miedo que los mantenía cerrados, al
cerrarlos sentía que podía ver algo más allá de lo que me era visible, algo
dentro del lago, todavía puedo ver algo desde el interior del lago, una
presencia, pero no estoy seguro si eso alguna vez lo soñé o si pasó realmente,
aunque el sentimiento de muerte nunca me ha dejado.
No he estado en el lago desde entonces.
Sin embargo, es todo en lo que puedo
pensar en los últimos años. Su influencia es evidente en todas mis
obras. Se mantiene en todo lo que puedo pintar y todo lo que puedo
soñar. Me gustaría volver allí y, al mismo tiempo, tengo temor de volver a
verlo.
El recuerdo me llena de horror que
apenas puedo describir como era. Me ahorro el lienzo para plasmar como es que era
porque no sé cómo expresarlo. Y eso que no puedo recordar por qué temo a su
imagen y siento la sensación de terror aún más profunda y singular.
Por un momento, pienso en el sueño que
tuve de él la noche anterior, cuando una voz volvió a encauzar mi atención en
él y concentre mi decisión de continuar la tarea que tenía en cuestión. Pintar.
II
EL PINTOR
Creo que te he inundado de muchas cosas
en las cuales pensar y me doy cuenta de que ya te he contado mucho de ese lugar
tan extraño pero me he saltado una cosa un tanto importante, no te he dicho
quién soy yo.
¡Hola! Mucho gusto en conocerte, mi
nombre es Alonso, no te diré mi nombre completo porque no pienso que sea
importante para ti en estos momentos, soy un pintor un poco reconocido de donde
soy originario aunque si conocieras todo mi trabajo sé que no entenderías esto.
La mayoría de la gente me conoce por
otras circunstancias de las que no me siento muy orgulloso.
Hoy fue un día como tantos que he
vivido antes, me encuentro en mi estudio, sostengo el pincel perezosamente en
la mano izquierda, listo para el golpe final en mi pintura. Aún no es una obra
maestra de ninguna manera, pero lo será.
La iluminación en mi estudio es
sepulcral, la bombilla blandengue por encima de mí, tan débil que apenas se
puede distinguir una sombra de color de otro en el lienzo frente a mí.
"¿Ya está?" Ella me pregunta
desde la oscuridad en la que sólo puedo distinguir las líneas de su forma.
"Ya casi, querida", le
devolví la sonrisa.
Ella es un poco impaciente y sabe lo que
"casi" significa. Se levantó de la silla y golpeó el interruptor
de la luz y luego caminó para examinar su pintura. Las baldosas de madera
crujieron bajo sus pies.
La luz reveló una amplia
habitación. Un caos desorganizado de las obras a medio terminar y lienzos
vacíos apoyados contra las paredes con algunas latas de pintura en el suelo,
algunas de los cuales se encontraban derramadas, algunas todavía sin
abrir. Sobre todo, un olor como si alguien hubiera estado pintando las paredes.
Deje entrever una pequeña sonrisa
mientras giraba el lienzo al rostro de ella para que pudiera ver lo que se
suponía ser su retrato. La había pintado en un atrevimiento.
“¿Todavía me amas?”, Me había
preguntado al principio del día.
“Por supuesto que sí”, le dije. “Sueño
contigo, podría pintar tu rostro en la oscuridad” dice jactándome.
La vi mientras ella miraba fijamente el
lienzo, no puedo decir si a ella le gustaba la pintura o no.
"Ahí está de nuevo", espetó. "Pero
por lo menos has pintado algo más que ese lago".
"¿No te gusta?" Le pregunté.
"Yo no he dicho eso", dijo
con el tono más débil de admiración. "Pero está allí de nuevo".
"Tú eres una inspiración para mí,
lo sabes," le dije. Pero ella no me creyó. ¿Cómo podría, cuando
todo lo que pinto es un maldito cuerpo de agua en el bosque?
Puedo decir fácilmente que mis trabajos
no son los mejor. Sin embargo, las pinturas parecían haberme dado la
impresión suficiente de que la gente podría comprar algunas de ellas.
Los compradores son en su mayoría
hombres extraños que me llenan de una sensación de que mis obras son más
importantes para ellos que para mí y eso que yo las hice. Creo que es
mejor así, ahora solo si mi querida esposa pudiera verlo de esa manera. Ella
odia esas pinturas. Ella, por supuesto, no me lo va a decir y no puedo
culparla. Nunca uso colores agradables o muestro imágenes alegres. En cambio,
hay siempre una sugerente composición de horror innombrable y distante que no
puede ser pintada, sin embargo, siempre se relacionan al espectador a través de
algún tono al contemplar el lienzo.
Hay una peculiaridad en todos mis
trabajos. Mi esposa me había señalado la existencia de él de nuevo, ya
que ha logrado manifestarse incluso mientras dibujaba un retrato de su
exquisito rostro.
Es una entidad de propósito
desconocido. Siempre se roba la manera en que mis toques de color son
utilizados.
Nunca recuerdo pintar la figura en mis
imágenes, haciendo que se sienta casi como si lo que ocurre entre los trazos de
pincel es solamente accidental. Aunque no es en realidad una figura, sino un
esquema de algo, una silueta sombría de una persona encorvada o inclinada… Alguien. E impresiona
la porquería que hay en mí.
"Apuesto a que si yo pudiera ver
tu cara mientras pintas", dijo ella, "me daría cuenta de cuando estás
pintando esa cosa".
"Podemos intentarlo de nuevo, si
quieres," le dije. "Esta vez con la luz encendida".
Ella accede así que tomo un lienzo
vacío para reemplazar el que tenía en el caballete.
Dejé la luz principal de la habitación
encendida y pronto sentí como mi mente dolorida luchaba para relacionar el
lugar que contemplaba a mi alrededor sobre el pequeño espacio en blanco delante
de mí. Empecé a distraerme de la luz para centrarme más en lo que veía y no en
lo que me hacía sentir esa escena. Cada trazo parece más real y representa un
mayor detalle a lo que estoy viendo, me doy cuenta que por un momento comienzo
a abandonar mi estilo habitual de una realidad un tanto de otra dimensión,
mientras mis abstracciones sutiles son reemplazadas por una meticulosa atención
de los detalles. Pinto cada hebra de cabello de Alma, cada hoyuelo de su
hermoso rostro y todas las sutilezas de su belleza, mientras sus ojos son
pintados con un carácter más tangible a mi propia vista, incluso el hecho de
que uno de sus párpados permanece siempre un poco más abierto que el otro es
pintado de esa manera, un hecho muy especial que no le agrada de sí misma pero
que a mí siempre me ha encantado. Miro esos ojos azules por un momento y de
repente me doy cuenta de que se ha ido. Ahora se encuentran de pie delante de
mí, ella me está sacudiendo de los hombros, yo continúo sosteniendo el pincel,
que deja trazos de un color rojo oscuro sobre la pieza aún no acabada.
Parpadeo. Paso saliva. Ella me está diciendo
algo, pero no puedo oírla con claridad. La primera cosa que noto es la mirada
de preocupación en su rostro, entonces me centro en la pintura. Su voz se abre
paso en mi visión mientras grita: “¡Alonso!, ¡Basta!, ¡Sal de la pintura!”. Me
centro un poco más en su mirada para notar la preocupación en su semblante, una
expresión de terror.
“¡Deberías haber
visto tu cara!, ¿Qué pasó?”
"¿Qué quieres decir? Estaba
pintando", le digo.
Es difícil para mí describir el horror
en su voz, y supongo que es porque debo haber visto los ojos de esa cosa en la
pintura antes de plasmarlo en su imagen en el lienzo, la imagen que espera en
el caballete por mí.
Y no es hasta que ella se da vuelta
para ver lo que mis pinceladas han creado, que cae en un desmayo y no se levanta.
Quemo el lienzo sin terminar en una
fogata detrás de la casa mientras veo el humo negro girando con la ardiente
temperatura de un día de verano.
La inclinación del sol en esta parte de
la ciudad ilumina el borde del bosque y la cima con un verde brillante y sutil. Hay
un crujido de leña en la fogata al mismo tiempo que escucho el canto de los
pájaros.
Pienso en lo que me pasó hace tantos
años, como lo he hecho innumerables veces antes.
Tal vez en realidad me había desmayado
- al igual que ella hoy - y había caído en el lago antes. Pero entonces, ¿cómo
salgo de ahí?
Los cambios imprevistos del viento que
sopla hacen que la ceniza caiga en mi cara haciendo que lo que pasó después sea
más cuestionable. No puedo decir si lo que vi era real, ya que fácilmente pudo
haber sido algo provocado por el roce repentino de aquel residuo en mis ojos.
Me quedo allí de pie por un momento y sólo un momento, detrás, en los árboles,
una figura cubierta por la oscuridad pude contemplar antes que se alejara sin
hacer un sonido.
Sé que he visto esa figura antes y cado
uno de mis nervios me impulsa a seguirla, a pesar del miedo intenso que siento
dentro de mí. Siento como la piel se me eriza, aunque también una atracción,
como una necesidad de escapar cuando quieres ver el sol después de que ha
llovido por una semana entera. Pero no voy. Prefiero volver para ver cómo sigue
mi esposa. Ella sigue siendo muy querida para mí como para dejarla desatendida.
Dejo el olor a madera quemada detrás y
encuentro a Alma todavía en la cama, inconsciente como cuando la dejé antes de
salir de la casa. Mojo las yemas de mis dedos y salpico con pequeñas gotas su
rostro, despierta de un sobresalto mientras grita algo completamente
incoherente.
"¿Estás bien?" Le
pregunto. Ella claramente no lo está, se encuentra jadeando y sudando, con
los ojos precipitándose a todas direcciones, como buscando un enemigo oculto.
No sé qué más preguntarle.
"¡Dime que lo has quemado!"
Ella exige. "¡Dime que se ha ido!"
"Lo hice", le digo
apaciblemente.
"¿Lo viste quemarse?, ¿Has
visto cómo se quemó?"
"No exactamente, regresé aquí
mientras se quemaba”
Ella se levantó y corrió tan a prisa
que casi no pude seguirla. Bajó corriendo las escaleras para dirigirse a
la cocina donde se encuentra la puerta, la abre y sale al patio trasero que
limitaba al bosque de robles y hayas. Ella miró hacía donde se encontraba la
fogata, miró la hierba quemada y se desplomó de rodillas ante el pasto. Nunca
la había visto así.
"¿Qué pasa?" Le pregunto.
Ella no responde, mientras yo veo por
encima lo que queda del fuego. El lienzo ha desaparecido y hay evidencia de que
derramaron agua sobre las llamas para apagarlo.
Ella se levanta y me mira a los ojos,
"Prométeme que nunca vas a pintar ese lago de nuevo" me
dice. "¡Por favor, promételo, Alonso!"
"Supongo que..." tartamudeo
mis primeras palabras a continuación, asiento. “Lo prometo".
III
LA VOZ
Deseo describir el horror que había
representado, inconscientemente con mi pincel, en la pintura que traté de
quemar, pero no quiero pensar en eso ya, y sin embargo... Ahí queda algo
en esa cara que aún
me llama.
Pasamos el resto del día en silencio, mirando
películas y tratando de desconectar nuestras mentes de lo que había
sucedido. Nos quedamos dormidos en algún momento de la tarde/noche acurrucados
en el sofá.
Me desperté con el sonido de un
susurro. Mirando alrededor no puedo encontrar a Alma con la mirada, hasta que
al filo de mi hombro escucho el sonido de su voz susurrándome. Me congelo. La
calidad amenazante y la tonalidad de su voz hacen que comience a sudar
"¿Alma?"
No hubo respuesta.
"Alma", grité y los susurros
se detuvieron, fueron sustituidos por un silencio sepulcral. Sólo pude escuchar
el canto de los grillos y en algún lugar a la distancia, hay un ulular de un
búho.
Habría estado contento de ponerme de
pie y buscarla alrededor en silencio, pero lo que sucedió después puso mi mente
al borde de la paranoia más que lo que el silencio jamás podría. El susurro
volvió a sonar. No es como mi esposa solía susurrarme y más aún, ¿por qué no contestaba
a mi llamado?
Me levanté del sofá con cierta torpeza debido
a la oscuridad.
Me sorprende cómo todavía puedo olvidar
donde se encuentra precisamente el interruptor de la luz.
La iluminación debería poner algo de
orden y sentido al mundo a mí alrededor, creí, mientras la encendía.
Enfoqué la vista para descubrir que la
habitación se encontraba vacía, la televisión estaba apagada, sentí una pequeña
brisa, misma que fue aún más percibida por el sudor que tenía en la frente,
giré solo para darme cuenta que al fondo, la puerta trasera se encontraba
abierta. Me estremecí en el frío de la noche y seguí ese sonido. Caminé un rato
mientras el roce suave de la hierba era sentido entre los dedos de mis pies
descalzos.
Descubrí que me encontraba perdido al
borde del bosque. Me encuentro temblando ahora porque la tonalidad de la voz ha
cambiado o tal vez, simplemente había recuperado su sutil maldad.
Aquel murmullo no se calló del todo. Sé
que hay algo allá afuera. Puedo verlo en movimiento como una cortina oscura
bajo la mirada de la luna. Doy un paso adelante hacia la locura, es algo
inexplicable, me lleva y se convierte en
una necesidad casi física. Mis pies siguen, algo tira de mi mente y sé que es
algo que tengo que satisfacer. Me detendría, pero soy incapaz de resistir a ese
deseo de seguir. Esa voz es como el lago, una vez que lo conocí no lo conocía,
todavía desconocía sus matices de extrañeza y peculiaridad.
Me encuentro perdido en un señuelo.
Después de un indeterminado tiempo,
tengo la sensación de que ya no estoy siguiendo la voz, pero continúa caminando
detrás de los árboles, detrás de mí. Voy entre el delgado bosque, miro por
encima de mis hombros y puedo ver los altos pinos y la luminosa niebla sobre
ellos. No recuerdo que fuera así, pero entonces otra vez, no pienso que se
hubiera visto así aquella noche. El velo de humedad se movía a través de los
rayos de la luna y entonces reúno el valor para gritar de nuevo.
“¿Alma?” Todavía esperaba que ella
pudiera contestarme, pero no hay nada y la forma negra desaparece en la niebla. Doy otro paso
cuando algo me agarra por detrás y me gira.
"¡Alonso!, ¿Qué demonios
pasa?" Ella me gritó. "¿Qué estás haciendo, te he estado
hablando y no te has detenido?" Ella me explica todo esto entre respiraciones
privadas de aliento. "¡No sabía que podrías correr tan rápido!"
"¿Estaba corriendo?", creo
eso era lo más extraño de todo porque no me sentí lo más mínimo cansado.
"¿Qué estás haciendo?", Me
preguntó de nuevo.
"Ahí está", le digo y me
vuelvo.
"¿El qué?" La preocupación se
cernió sobre su cara.
"Es el..." mis palabras
estaban atrapadas en mi garganta. La niebla se había ido y los árboles
permanecían espesos alrededor, como siempre. Había un sonido distante de un molino
de agua y un olor a madera húmeda. Al principio simplemente la miraba
preguntándome que le iba a decir. ¿Debería siquiera explicar algo? No me atrevo
a mencionarle aquel sonido, ella pensaría que he perdido la cordura.
Ella no habló y pasé el mes siguiente tratando de convencerla de que no estaba loco.
IV
NORMALIDAD
Esa noche
fue bastante rara y lo sé porque la recuerdo con tanta claridad, cosa que es
rara en mí, recordar.
Ella me dijo
más tarde que había ido a la ciudad para conseguir algo de comida para poder
irnos de fin de semana juntos y olvidar el mal rato que habíamos pasado. Que
cuando acababa de regresar se dio cuenta de que, dando tumbos me dirigía hacia
el bosque.
No tenía ni
idea de qué decir a tales argumentos, solo escuchaba silenciosamente lo que
tenía para contarme.
Después de
que yo le conté lo que había pasado, el desconcierto halló el camino en su cara
y se quedó allí durante el mes restante.
Más tarde se
regresó a como era antes, a como había sido en estos años que llevamos juntos y
yo, bueno yo estaba de vuelta en mi antiguo yo, fuera lo que fuese lo que esto
significara.
Así
estuvimos un par de meses, con una felicidad y armonía hueca, ambos sabíamos
que algo extraño pasaba cerca de los límites de la propiedad pero aun así no
podíamos expresarlo como lo pensábamos.
Cierto día y
tras otro sueño extraño que acababa de tener, decidí matar el silencio que
sentía acerca del tema y le exterioricé que deberíamos ir a buscar este lago
que tanto significaba para mi mente que no lo podía dejar desde hacía mucho
tiempo. Yo seguía con esa idea.
Le explique
todas las razones que había maquinado durante estos meses de sosiego, le
exprese los pros y contras de mis acciones pasadas y de las futuras. Ella
espero en silencio como si se encontrara deliberando lo que sería su veredicto.
Después que
yo había callado al fin, ella me miró fijamente y parpadeó lentamente y
pronunció unas pocas palabras muy sonriente y con tono pícaro.
"Al
menos así lo veo también", dijo ella.
V
UNA CASA UN TANTO EXTRAÑA
A la mañana siguiente, temprano por
cierto, nos comenzamos a preparar para dirigirnos al encuentro con ese lugar
que tanto había intrigado nuestras vidas.
Duramos un largo tiempo caminando, no queríamos
cansarnos rápido porque sabíamos que deberíamos ir tranquilos y observando muy
bien el lugar, todos los detalles que nos pudieran dar algún indicio de lo que
ese lugar era o de quien podría merodear este bosque.
Lo más sorprendente de todo fue que en
lugar del lago, nos encontramos con una casa.
Primero vimos algo un poco más adelante
en lo que parecía un pequeño claro. Los árboles se elevan muy por encima
de ella, haciendo su techo casi imposible de distinguir a la sombra.
"¿Habías visto esto antes?",
Me preguntó.
"Si la había visto no lo
recuerdo", le dije.
No le gustó mi respuesta, nunca parece
gustarle cuando no recuerdo algo, como si fuera extraño no poder recordar. Nos
acercamos lo suficiente.
"¡Sé que este lugar!", Dijo
en voz baja. "Tú la has pintado una vez también, ¿te acuerdas? Se
lo vendiste a... ¿cómo se llamaba?"
"¡El chico de Alemania!, ¿te
refieres a esa?" Le pregunté.
"Sí. ¿Cuál era su
nombre?"
"Algo alemán, supongo".
Ella soltó una risa a medida que pasábamos
el último árbol, el más cercado a aquella edificación. Sus paredes eran de
piedra y casi pude sentir la edad que tenía la casa a cada palpitar de mi
corazón de cada pieza de la pared. Era una casa simple, tan simple que me
sorprendí que todavía estuviera en pie. Cada piedra gris de su
construcción estaba en distintas etapas de ruina y estoy casi seguro de que una fuerte brisa podría
colapsar toda la casa en cualquier momento. No nos atrevimos a tocar
nada. Los lados de la misma estaban cubiertos por una capa de musgo de bastante
espesor que hacía que la chimenea apenas se distinguiera. Un árbol
sobresalía desde el centro a través del gris techo de piedra.
"Ves esto, ¿no es así?" Le
pregunte y su gesto me recordó a los que ella solía hacer años atrás cuando los
dos nos conocimos en la universidad. Ambos estudiábamos antropología
entonces, hasta que más tarde, decidí concentrarme en mi pintura. Habíamos
sido inseparables desde entonces, sin embargo, a partir de aquella tarde me
encuentro un poco cansado de ella. Algo había estado mal desde el día en
que ella vio la cara en la pintura.
"Puedes ver la casa, ¿no?"
Ella arqueó una ceja a mi pregunta.
"Por supuesto que la veo",
dijo dando vueltas alrededor de la forma de una piedra. "¿Qué estás
diciendo?"
"No importa".
Localizamos la entrada y pasamos a su
interior. Me tomó un tiempo para acostumbrarme a la oscuridad ya que sólo había
pequeños trozos de luz que perforaban a través de las grietas y aberturas de la
piedra.
Decir que estoy sorprendido por lo que
encontramos dentro sería un eufemismo de vastas proporciones.
Miré a Alma mientras se llenó de ese
lugar, tratando de procesar lo que estaba ante ella. Yo sé lo que pasa en
su mente, porque es lo mismo que siento. La escena no es nada especial en su
composición, es más bien lo que implica que nos asustemos lo suficiente como
para dar la vuelta y correr de la casa tan rápido como nos sea posible.
Yo había pintado tantas piezas del lago
durante un período de siete años, que yo apenas recordaba a todos
ellos. Pero sí recuerdo que no podía localizar a algunos de ellos. Pinté
unos cuantos, pero lo que en ese momento me di cuenta fue que la mayor parte de
los que nunca pude localizar en algún lugar, entre los montones de lienzos, los
que desechaba o los que simplemente nunca termine, en aquella casa, contra las
paredes y con pequeñas velas encendidas a manera de un raro ritual, se
encontraban todas aquellas pinturas que creía desaparecidas. Peor aún, estaban
terminados como alguna vez los imaginé. La figura que había pintado sobre ellos
estaba ahí también, con un detalle mejorado hasta el punto en el que parecía
aterradoramente realista. Quienquiera que lo hubiera hecho era un maestro, un
pintor de un mayor calibre, sin duda uno mejor que yo. Aquellas formas parecían
que podrían salir de los marcos y era esa misma idea la que me mantenía
corriendo sin mirar atrás.
Cuando llegamos a nuestra casa, tome un
poco de tiempo para recuperar el aliento, mientras compartimos miradas de
inquietud. Después traté de convencer a Alma de que no era yo quien había hecho
eso, ya que ella tenía la idea de que estaba jugándole una broma de mal gusto.
Decía que si no lo hacía no me hablaría hasta que lo admitiera y le pidiera
disculpa.
Pero lo que ella no sabía o tal vez no
podía entender, es que yo me encontraba tan confundido como ella.
Ella empacó sus maletas a la mañana
siguiente y se fue. Sin embargo, no se había ido muy lejos. La pude
ver más allá del borde de la ciudad desde lo alto de la colina donde se
encuentra nuestra casa. Se volvió llorando, asustada y desecha, mientras me
dirigía a ella. Hablamos durante mucho tiempo, y en algún momento de ese
tiempo, decidimos volver a casa juntos y hacer frente a la persona que había
hecho esas pinturas.
"Pienso que deberíamos traer un
arma con nosotros sólo para estar seguros", le dije. Pero no teníamos
una, por lo que decidimos traer un cuchillo, uno para cada uno de nosotros.
Nos dirigimos al bosque cuidando
nuestros pasos y para nuestra desgracia y una mayor confusión, nunca
encontramos la casa de nuevo.
VI
¿CAMBIO DE CASA?
Es un mes después de aquellos
acontecimientos extraordinarios. Después de una discusión sobre los
sucesos, la venta de nuestra casa para mudarnos a otro lugar sonaba muy viable.
Ya con la idea en mente, podíamos vender la casa y podríamos irnos a otro
lugar, un nuevo lugar por conocer y así podernos olvidar de las cosas extrañas
que nos rodeaban aquí.
Nos pusimos en contacto con una agente
de bienes raíces, que era muy bien conocida en la localidad, para que viniera a
evaluar nuestra propiedad. La señora era bastante agradable, una señora
que me hacía recordar a mi madre que ya se encontraba muerta desde hacía muchos
años, cuando yo era muy pequeño.
Ella velozmente consideró lo que podría
valer nuestra propiedad y sin dudarlo mucho ofreció un precio, sin embargo nos
pareció un tanto malo, aunque el precio algo justo dadas las circunstancias. Si
bien contábamos con unas 50 hectáreas de tierra en total, la mayoría de ellas
se encontraban invadidas por tramos grandes de forestales y bajos arbustos que yo
creí le daban una buena imagen a nuestra casa, bastante ecológica.
Esa noche cuando Aurora, nuestra agente
de bienes raíces, se fue sonriente porque había hecho tal vez el trato de su
vida, el que la llevaría al retiro prematuro. Mientras tanto, Alma y yo nos
encontrábamos viendo como su carro se iba a toda velocidad por la carretera de
tierra dejando detrás una ligera nube de polvo, fue que pasó.
En ese momento, escucho el ruido de un
molino de agua, soy consiente instantáneamente de un sutil cambio en mi estado
mental. Un temor se extiende dentro de mí. Es cuando veo que estoy contemplando
la belleza del paso de una estación a otra que noto esa cosa. En el cielo azul
oscuro de la noche que se avecina, veo un resplandor blanco, una forma
elíptica. Algo que se posa por encima de los árboles. Inmóvil.
Dicen que cuando el tercer ojo se abre
no hay diferencia entre lo que es ilusión y la realidad, porque reconoce que
los dos son algo inseparable. Uno mismo. Estoy en un punto en el que me
encuentro dispuesto a aceptar mi condición, que mi tercer ojo a pintado lo que
veía en realidad. Tengo que creerlo porque la disyuntiva sería que me estoy
volviendo loco. Aunque la creencia en sí implica una mentira. Y crees en una
mentira hasta que es probada como una verdad y ya no la necesitas creer, porque
ya lo sabes.
En este momento, no importa cuánto intenté
pensar en algo más, algo razonable, sé que hay algo por encima de los árboles.
Algo que no es de aquí, sino de algún otro lugar totalmente desconocido. No
pasó mucho tiempo hasta que Alma me vio mirando y puso su mirada en la misma
dirección también.
“¿Lo oyes?” le dije.
“Lo he oído antes, ¿qué diablos es
eso?”
“¿Por qué no dijiste algo al respecto?”
“¿Por qué tú tampoco lo mencionaste?”
respondió.
De pronto una revelación me conmocionó
mientras me encontraba mirando aquella cosa. Comprendí la verdad, siempre la había
pintado también. Pintado por encima del lago, una forma elíptica, negra, apenas
perceptible por los pigmentos alrededor de ella.
El sonido que emite se transmitía como
en un latido o zumbido y aún más fuerte y más inquietante que los propios
sentidos del cuerpo.
Un trazo aparecía detrás de la forma
como si se moviera desde las profundidades del bosque. Una especie de pirámide
invertida.
VII
ENFRENTAR LOS TEMORES
Los dos dudamos por un momento, no te
puedo decir si fue un momento bastantemente largo o un momento bastante corto. Lo
que si te puedo decir es que fue un momento, el momento decisivo.
Inmediatamente después compartimos una mirada. Yo salí corriendo hacia la casa
para traernos unos abrigos y seguí a Alma dentro del bosque. La luz permanecía por
delante, impregnando las copas de los árboles con su luz.
“Todo se está volviendo realidad, ¿no
es así?” me preguntó.
“No estoy seguro a que te refieres” le
dije, viendo mis pasos y aplastando unas pequeñas ramas bajo mis pies.
“Siempre me has dicho que, en lo que
pensamos, nos convertimos. Has pensado en esto por casi diez años y ahora por
fin se hace realidad”.
“No creo que pueda manifestar algo como
esto” le dije.
“¿Y que si sí?”
No dije nada. Había algo en el aire.
Algo totalmente nuevo y sin embargo familiar, como si estuviera pisando las
primeras capas de nieve desde su caída.
La noche se había vuelto fría y
nuestros alientos exhalaban niebla tras nosotros.
“Te quedarás a mi lado, ¿verdad?”
finalmente le pregunte, asustado de mi propia mente, aún caminando y siguiendo
el recorrido de la luz. Su voz me hacía desear poder ver su rostro en la
oscuridad.
“Quiero despertar a tu lado” dijo ella,
“nunca nada va a cambiar, quiero oler y sentir tu presencia en la mañana, no te
dejaré a la deriva, Alonso. Nunca”
De repente me llego la intensa
necesidad de confesar todo mi amor por ella y despedirme al mismo tiempo. Como
si supiera que sería nuestra última pista para encontrar a esa bruja ilusoria
de exasperaba mi cordura.
Una parte de mi me dice que no cunda el
pánico, mientras otra me dice que ella morirá hoy. Mis rodillas tiemblan solo
por el pensamiento.
“Tú sigues siendo todo lo que pienso,
incluso cuando lo que pinto es algo diferente” empecé a decir permitiendo que
mis palabras se me escaparan.
“Cuando la luna se pone, eres todo lo
que deseo tener hasta el día en que muera”, hice una pausa, “y aun cuando
muramos, te encontraré detrás de las nubes”
Ella se encontraba a mi lado en la
oscuridad, casi imperceptible, tomó mi mano de una manera muy firme casi dolorosa
y me condujo hacia adelante.
“Desde que lo pintaste en mi retrato”,
ella dijo, “ha estado en mis sueños y no sé por qué”
No dijimos nada más. Tropezamos entre
los árboles grises hasta que nuestras mentes fueron sacudidas por algo que se
movía delante.
Creo que para describir realmente el
horror de su aspecto me vería obligado a descubrir nuevas palabras bastante
fuera del vocabulario humano. La imposibilidad de eso me hace darme cuenta de
lo que realmente estoy haciendo. La niebla se espesaba por delante,
aparentemente luminiscente a como la luna se lo permitía, pero extrañamente más
que ella. Siento una fría humedad entre los dedos de mis pies como si se
filtrara a través de la tela de mis zapatos y cada paso nuestro es un húmedo
chapotear.
“Jodido infierno” digo.
“Sssshh” Alma me calla, cuando el sonido de arriba comienza a
disminuir en calma y el oscilante zumbido empieza a desaparecer.
Me doy cuenta de que no tengo idea de
cuánto tiempo hemos estado caminando agarrados de la mano.
Se forma una cosa sobre el precipicio
que se encontraba justo frente nosotros, como la de mi visión, una alteración
de sombra que no sabe qué forma va a tomar esta vez. Casi tan cansado como mis
recuerdos, como mis pensamientos y mi amor por ella.
Esas sensaciones se apresuraron dentro
de mí.
De esos días en los que siento todo a
la vez y esos momentos en los que no siento nada en absoluto, convergen en un
solo instante en que me encuentro paralizado por el miedo.
Ella me jala más profundamente en el
lodo. El agua se levanta lentamente hasta nuestras rodillas y la luz por encima
de nosotros nos sigue a cada movimiento. Veo como mi mente ha estado
desarrollando todo esto pero ahora ha llegado más allá. No me atrevo a intentar
detenerla por la total imposibilidad de que me ordene permanecer en este lugar.
“No, estoy asustado”, lo admito para
ella.
“Yo también”, dice ella y nos
detenemos.
“Volvamos, no puedo aguantar esto ya”
Soy yo quien va delante ahora, más allá
del agua mientras se convierte en ese negro
ojo, está delante de mí y aún no sé de qué se trata precisamente pero está al borde del infinito lago. En ese
borde donde un sonido de algo por debajo del bosque y del mismo lago, algo como
un latido de la tierra, pero que más bien proviene desde el mismo infierno, ese
latido que también se escucha por encima, en el cielo, veo la elipse de algo
que baja oscilando hacia el lago, cegándome con su luz y convirtiéndose en
vapor, llenando toda la zona con niebla y dejando atrás de sí un agujero más
oscuro que el mismo universo. Hay silencio. Luego una lluvia de todo a la vez
en una gran ola que se estrella con la cresta de los árboles y las rocas. Lava
la suciedad y el barro, así como la niebla de la confusión que nos rodeaba.
VIII
AL FIN ABRO LOS OJOS
El sonido de la fatalidad me envuelve,
me arroja como si me pierdo en un lugar donde todas las dimensiones se
disuelven para conformarse en una sola. Me encuentro tumbado en el suelo sin tener
la posibilidad de poderme mover. Y ahí, solo ahí es que por fin me doy cuenta de
lo que realmente es, esa cosa es un espíritu que solo busca satisfacer su mezquindad
y quiere poseer lo que por tantos años ha sido solo mío. Aun no logro entender
por qué me utilizó, porque es que utilizó mis pinturas para llegar a su
resolución final, no puedo entender porque me aterrorizó desde tantos años
atrás y más aún, como es que la conoció a ella. Supongo que solo fue porque de
alguna manera siente celos de mí, por lo que yo tenía y siempre quiso tener.
Despierto al sonido de su respiración
entrecortada y el canto de los pájaros. Hay un dolor punzante en mi cráneo. Un
rojo cálido se despliega hacia abajo húmedamente hacia el suelo. Estamos
empapados. Aunque ella se encuentra inconsciente, sé que esa cosa, sea lo que
sea, la quiere a ella. Yo solo he sido un señuelo y me acabo de dar cuenta,
porque en el momento que ella quiso volver pasó lo que pasó, me ha utilizado
para que se la trajera pero nunca la dejaré, no permitiré que le pase nada a
ella, esto me ha hecho pensar que no puedo abandonarla, ella es solo mía y no
dejaré nunca que se quede con ella, no dejare que eso pase, antes prefiero
cualquier otra cosa…
Lo hice y no me arrepiento de nada.
IX
DESPEDIDA
Este día sé que algo ha pasado, ilusión
y realidad. Sé que un día mi mente lo comprenderá o tal vez no. Si ella está
detrás de la nube sé que un día su mente lo entenderá también. Pero ese día no
es hoy. Un día hablaremos de esto, cuando estemos juntos de nuevo. Este día
solo deseo que todas estas cosas sucedan cuando no esté aquí. Ese día lo espero
con ansias. Sin embargo, ese día la esperanza florecerá y podría comenzar como
el día de hoy. Porque hoy es un día hermoso. Hermoso como para morir.
Nunca han encontrado ese lago de nuevo
y la verdad es que me alegro de eso, no le desearía eso a nadie. Morir y no
morir. Salimos de ese lago, al menos físicamente, pero nunca lo pudimos dejar
atrás.
El día de hoy, solo quiero expresarte
que siempre te amaré y que espero tener la posibilidad de poder encontrarte
ahí, detrás de esa nube donde dijimos que estaríamos juntos otra vez después de
que nuestros cuerpos mortales dejaran de respirar.
Hoy solo sé que te veré muy pronto.
Participante 0002 – Ricardo Barboza Díaz
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