Escrito 0009 - El hombre sin empatía - Pablo Correa Urquiza |
Todo comenzó
como si fuera una película de superhéroes, no, no soy de Krypton, no, no me
picó una araña radiactiva y no, no soy el caballero de la noche. Mi súper poder
o maldición, es que la gente me lee la mente, no yo a ellos, ellos a mí ¿Por
qué pienso que es una maldición? Es más simple de lo que parece, la gente se
ofende conmigo porque sabe todo lo que pienso. Uno piensa muchas cosas y en el
pensamiento no hay filtros, discrimina, maldice y piensa cosas indecorosas y
eso debería quedar en uno, y a mí me pasa todo lo contrario. Le pido a la gente
que se guie por mis palabras y mis actos, pero no me hacen caso, es difícil ser
yo, por eso escribo esta emancipación de mi poder.
Cuando tenía
nueve años murió mi Madre, delante de mí de un ataque al corazón a causa de una
enfermedad terminal y eso me traumo de por vida, estuve encerrado en mi
habitación por cuatro meses, con depresión y sin dejar entrar y ni hablar con
nadie, me auto-Psicoanalicé, rompí las paredes de mi inconsciente y llegué a lo
más profundo de mi ser, pero para eso tuve que destruirme a mí mismo y con eso
perdí la empatía para con los demás. Al tener acceso a mi inconsciente mi
cerebro funcionaba como una computadora, memoria ideática y sin recuerdos
reprimidos. Podía leer varios libros por día y recordar cada palabra de ellos
de principio a fin, todo eso me llevo a ser el mejor detective del mundo, nunca
me interesaron los casos ni las personas, me interesaban los acertijos y sobre
todo resolverlos.
Mi relación con
mi Padre era muy distante, yo era incapaz de amar y él siempre me culpo por la
muerte de Esther, mi Madre. Él siempre me decía: Francisco, lo único que tenías
que hacer era cuidar de tu Madre. Él había ido a comprar unos medicamentos y me
dejo solo con ella por dos horas, una responsabilidad muy grande para alguien
de mi edad. Mi primer caso fue cuando lo asesinaron, tenía problemas de juego y
lo primero que pensé fue que lo habían matado por una deuda, pero estaba
equivocado, después de eliminar una a una las diferentes teorías, llegué a la
verdad, reuní las evidencias y las llevé a la policía, resolví mi primer caso a
los doce años. Resulto ser al final un caso de celos y de infidelidades, como
decía mi detective ficticio favorito, Sherlock Holmes: una vez descartado lo
imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad.
Seguí
resolviendo casos en el anonimato hasta que cumplí la mayoría de edad, (ya que
los detectives me habían prohibido volver a pisar la comisaria) abrí mi negocio
de investigaciones, más que nada por los acertijos y porque tenía que comer.
Pasaron los
años y los acertijos me tenían entretenido, los clientes me odiaban por mi
maldición y por mi forma directa e inhumana de ser, pero seguía resolviendo los
casos. El perfume invadió mi oficina y me saco de mis pensamientos más
profundos, unos ruidos de tacón me irritaron en demasía y unos golpes a mi
puerta terminaron de enojarme, gritando dije:
—¿Quién carajos
es?
—Soy la señora
Martha Gutiérrez, tenía una cita a las quince horas.
—Son las catorce
y cincuenta y siete— exclamé.
—Por eso,
puntual— dijo y parecía estar perdiendo la paciencia.
—¿Puntual?
Faltan dos minutos y treinta y siete segundos para ser puntual— le repliqué.
—Perdone por la
impuntualidad, ¿puedo pasar? — repuso resignada.
Solo si se ve
como huele, pensé y por supuesto ella lo leyó.
—Me dijeron de
su don, pero no que era un maleducado— dijo indignada.
—Le pido que
solo atienda a lo que digo con mi boca, los pensamientos dejémoslos de lado si
quiere que su caso se resuelva (o que mi acertijo sea descifrado, pensé).
Abrió la puerta
y su carta de presentación invadió el ambiente, era una hermosa mujer de un
metro ochenta de altura, pelo lacio negro azabache y grandes curvas, mis
pensamientos no pudieron reprimirse y ella se sonrojo.
—Voy a ignorar
esos pensamientos soeces, y voy a ir directo al grano, mi marido me engaña y
quiero atraparlo con las manos en la masa.
—Un caso de
infidelidad, odio esos casos, acaso cree que soy un cadete, que voy a seguir a
su marido por todos lados— Odio estos casos porque por un caso así mataron a mi
Padre, pensé y me sorprendí pensando en alguien además de mí.
—Lo siento si
le hace acordar a su Padre, pero hay mucho dinero en juego. Si lo descubro en
una infidelidad se rompería el contrato prenupcial y tendría que darme el
cincuenta por ciento de su dinero actual y no el cincuenta de lo que acumulo
mientras estuvimos casados.
—Y la pregunta
obvia seria: ¿Hace cuánto que están casados? — le pregunté sin demasiado
interés.
—Dos años, así
que si le encuentra un amorío su recompensa sería muy jugosa— respondió
mordiéndose los labios.
Utiliza sus
encantos para intentar convencerme, pero es inútil, el dinero ya es suficiente
aliciente, pensé.
—Entonces
acepta, perfecto este don suyo me ahorra muchos problemas—expresó con
entusiasmo.
A mí me los
genera, pensé.
—Deme los datos
que empiezo ahora mismo, pero antes hablemos de la biyuya, del dinero, usted me
entiende— dije y le guiñé un ojo.
—Estoy
dispuesta a pagarle su sueldo y cinco mil dólares si lo encuentra infraganti,
obviamente con pruebas— dijo con firmeza.
—Por supuesto,
soy un profesional, el mejor del rubro. Por algo vino a mí, pero duplique esa
suma, está desesperada, nunca regale la leche si quiere vender la vaca.
—Dios mío, que
hombre más soberbio y arrogante, está bien, acepto— me tendió la mano para
estrechármela y me dijo:
—Sería un buen
partido, es un hombre muy buen mozo, de ojos castaños con una mirada profunda e
inteligente, lastima su personalidad tan distante y tan fría— dicho esto, se
retiró sin que pudiera contestarle nada.
Una vez solo,
me se senté en mi escritorio y empecé a ojear la carpeta que me había dejado
Martha, Alberto Gutiérrez, cuarenta y cinco años, un metro ochenta de altura,
pelo y ojos castaños, ciento ocho kilos, dueño de la cadena de farmacias “Farmasalud”
con más de mil sucursales en todo el país, dueño de una fortuna incalculable.
Lo primero que
hice fue investigarla a ella, para asegurarme de que no había nada raro y
realmente fuera un caso de felonía, revise su Facebook, sus cuentas de e-mail,
Instagram y Twitter y gracias a mis habilidades de Hacker logre ver sus mails y
descubrí que ella también era infiel y con alguien menor, también descubrí su
edad, unos treinta y siete años bien llevados, y su flamante amante de unos
veintidós años de edad, su peluquero habitual. Quizá la razón principal era
descubrir a su marido engañándola y así no perder en el divorcio su parte del
dinero, este caso me olía mal desde el comienzo.
Al siguiente
día lo espere afuera de su mansión, en Vicente López, al salir hacia su trabajo
lo seguí y no me sorprendió que antes hiciera una parada, Alberto trabajaba
como CEO en las oficinas de administración, pero primero paro en una de sus
Farmacias, no la más cercana, una bastante alejada, en Villa Crespo. Estacione
en un lugar estratégico y lo observe con los binoculares y conecte mi micrófono
espía de larga distancia. Entro y saludo a todos y paro en uno de los puestos,
donde atendía una mujer despampanante, rubia platinada y con grandes senos,
tome unas fotografías y escuche que habían quedado para las catorce horas,
anote y puse en marcha el auto. Los casos de espionaje nunca fueron mi fuerte,
mi don podría jugarme en contra, así que siempre llevo mi distancia, (tengo que
estar cerca y de frente a una persona para que pueda leerme) y además escucho
música fuerte para distraer mi mente y no deschavarme. Subió a su Mercedes y lo
seguí, al fin se dirigió hacia las oficinas que se encontraban en Vuelta de
Obligado e Iberá, en Belgrano. Mientras esperaba que se hiciera la hora,
investigue la empresa, y vi que las Farmacias estaban dando grandes ganancias
gracias al nuevo contrato con “Prime Fármacos” y su nueva droga contra el
Alzheimer. Una droga con la promesa de curar la enfermedad y “Farmasalud” era
la única en el país en venderla, un monopolio que metía miedo y que inflaba su
precio sin ningún tipo de control. Me hice pasar por un técnico en computadoras
y me metí en su servidor, me instale en el café de enfrente, me pedí una
lagrima y empecé a leer sus mails, los más interesantes fueron los que mantenía
con el CEO de “Prime Fármacos”, Mark McCarthy, más de cien que leí en una hora,
en ellos decía que el nuevo medicamento contra el Alzheimer, no funcionaba,
daba indicios de mejora, pero al final aceleraba la enfermedad.
Los guarde en
mi laptop como precaución, en ellos había más de un delito y varias estafas, un
crápula, jugar con la salud de la gente, pensaría alguien a quien le importara
un comino la gente, a mí, solo me importaba el dinero, ya que el acertijo
parecía resuelto.
A la hora
pautada salió a paso apresurado y tomo un taxi, (debía de sospechar algo o
simplemente para no llamar la atención, con su flamante Mercedes Benz, negro).
Se alejó de Capital Federal, tomo Panamericana Acceso Norte y fueron al hotel
“Jardines de Babilonia”. Cumplí con mi trabajo, les tomé fotografías entrando y
saliendo del hotel, en un solo día había ganado más de diez mil dólares, no
podía creer mi suerte, pero nunca fue mi fuerte, la suerte...
Quede con
Martha a la tarde siguiente, llegó como con la brisa y su perfume se apresuró
en arribar, me levante y le abrí la puerta antes que bajara del ascensor,
hermosa como siempre de rojo furioso y con un gran escote, otra vez no pude
reprimir mis instintos y volvió a sonrojarse, esta vez lo dejo pasar, hasta
ahora la mejor clienta en años, no me juzgaba, demasiado.
—Parece contento
don Francisco, parece que encontró las pruebas que necesitaba— insinuó —Usted
pidió al mejor, yo le doy lo mejor— Y me zampo un beso de lengua en la boca,
que no me esperaba— y proseguí excitado:
—Cierre la
puerta con llave, tengo unos minutos— me interrumpió enseguida y me dijo:
—No se
apresure, solo fue una muestra de agradecimiento, ¿Tiene las fotos?
Se las di, me
dio el dinero acordado y se retiró con prisa. Pero no todo fue color de rosa,
me ganaron y era la primera vez que me pasaba. Al día siguiente revise mi
laptop y no encontré los archivos de los mails de Alberto Gutiérrez y el CEO de
“Prime Fármacos”, no estaban y habían sido copiados, me distrajo con el beso y
me clono la computadora.
Me volví a
deprimir como cuando murió mi Madre, solo que esta vez consulte un Psiquiatra y
me medicó, deje de trabajar y me quede en mi apartamento durante meses sin
hablar con nadie. Resulto ser un milagro, la medicación de alguna manera
bloqueo mi mal, y la gente ya no me leía la mente, me había emancipado de mi
pesar, poco a poco volví a la normalidad y un día cuando decidí volver a
trabajar, debajo de la puerta había un sobre rojo con el inconfundible perfume
de Martha, en la carta me decía que ella era la Moriarty de mi Sherlock Holmes
y que su verdadero apellido era González, que había creado cuentas falsas en
las redes sociales, creado datos falsos de matrimonio, haciéndome creer que era
la esposa del CEO de “Farmasalud” y todo porque su padre había sufrido
Alzheimer y lo que ella en realidad quería era destruir a Alberto Gutiérrez y a
Mark McCarthy por la estafa y asesinato de su Padre, su verdadero motivo era
demandarlos por jugar con la vida de las personas, y con las pruebas que había
reunido era más que suficiente, me pedía perdón por mentirme pero pensó que yo
nunca hubiese aceptado el caso de saber la verdad.
Y tenía razón.
Fin.
Escrito 0009 -
Pablo Correa Urquiza
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