No quiero hacerte creer que esta es una historia de amor, ya sabes lo que dicen: <<no juzgues un libro por su portada>>. De cualquier manera yo sería el menos indicado para hablarte de amor, yo sería el menos indicado para contarte una historia romántica que te haga suspirar, porque yo, más que cualquier otro, nunca he visto el amor a los ojos, y no espero hacerlo, pues siempre tiene un doloroso final, un doloroso final que se da después de un <<amor eterno>> que se juró.
Yo no sabría comenzar una historia como esta, ni siquiera terminarla, pero lo intentare, y espero, que al igual que yo, tú puedas disfrutarla.
Era una fría tarde de otoño, mediados de Octubre, Alice tomaba su café en su cafetería preferida de la segunda avenida de Upper East Side, mientras lloraba en silencio, secándose las tibias lagrimas que cubrían sus mejillas, manchándola de rímel, dejándola con una apariencia lúgubre y tenebrosa.
Alice era una mujer linda, una chica de 26 años que había terminado su carrera en Diseño Gráfico con sobresaliente, de cabello rubio y piel muy blanca, de labios gruesos y ojos marrones grandes, delgada y con una expresión fácil siempre positiva, pero no ese día, ese día que parecía no estar hecho para ella, nublado y frio, con una tristeza invadiendo su alma y el maquillaje distribuido
como un payaso por todo su rostro, su novio acababa de cortar con ella hace una semana, pero la herida en su corazón palpitaba aun, estaba fresca y lo sentía estrujado.
Por otra parte, ah 30 calles de ahí se encontraba un joven conductor de taxi, un joven de cabello castaño y de 25 años, con gestos limpios y movimientos con gracia, un egresado de artes visuales que había llegado a Nueva York con la ilusión de convertirse en un gran actor en Broadway, pero sus sueños se veían detenidos por el estrés, el trabajo, el cansancio, los ensayos en una obra desconocida en Tribecca y todas las cuentas por pagar. Era un hombre atractivo, no de ese tipo de hombres que parecen que son tan guapos que nunca tendrías si quiera la oportunidad de saludarlos, pero tampoco de esos que son tan feos que llegas a desconfiar de ellos. Él era solo eso, atractivo, de cabello negro y ojos verdes, su nombre era Alan.
Él se dirigía por la segunda avenida buscando alguien que deseara su servicio mientras fumaba un cigarrillo esperando su hora de salida, mientras tanto Alice esperaba un taxi por la misma avenida, sorbiendo su café cappuccino, y ya sea por destino, coincidencia, probabilidades, por el universo conspirante, dios, o una fuerza superior, Alice tuvo la suerte de subirse al taxi de Alan, y Alan tuvo la suerte de tener a Alice por pasajera, pues sus ojos se encontraron como el hombre encontró a la poesía, por coincidencia y a la vez por necesidad, para sentir que su vida valía más de lo que esperaban, que su día estaba apenas comenzando y su suerte estaba cambiando.
<< ¿A dónde la llevo señorita?>> preguntó con nerviosismo a la chica rubia, que le miraba los ojos por el retrovisor, preguntándose donde había estado ese hombre toda su vida.
<< Hasta donde el corazón te lleve>> respondió ella en su mente, un deseo carnal la había llevado a pensar en sueños con el chico que acababa de ver, pero… ¿Quién no lo ha hecho antes?, todos hemos tenido un amor de transporte público con el que soñamos una escena utópica de cinco minutos. <<Coney Island>> dijo ella, quería que su sueño utópico durara más de cinco minutos.
“I’ll Stand by you” sonaba en la radio, una balada hermosa de The Pretenders, y una canción muy apropiada para el momento.
<<Si no es una inconveniencia, ¿Qué ha hecho llorar a esta mujer de corazón roto?>>, Alice se limpió la cara con la servilleta del café, viendo el negro de su maquillaje corrido <<como usted lo ha dicho, un corazón roto>>, Alice se rio ante lo tonto que se escuchaba el decirte “usted” al chico que parecía más joven que ella; Alan no sabía que más preguntar, solo estaba ahí, conduciendo a Coney Island, sin nada que decir a la mujer que se encontraba en su asiento trasero.
<< ¿Estudias además de trabajar…?>> le pregunto Alice <<Alan, mi nombre es Alan, y no, ya termine mi carrera, y ahora estoy en un rol en una puesta en escena en Tribecca>> le contesto rápidamente, de manera fluida y sin nerviosismo, porque no estaba preguntándole acerca de su trabajo, si no de su vida personal <<Mucho gusto Alan, yo me llamo Alice, y espero llegues a Broadway>>, le dijo mientras guardaba la servilleta en su bolsillo.
<< ¿Sabes porque el amor es tan cruel Alan? ¿Porque llegan tantos a romperte el corazón?>> soltó Alice de pronto, intentando no llorar, <<No creo que el amor sea cruel>> se encogió de hombros mientras esperaban en un semáforo en rojo, <<Vamos, ¿Nunca te han roto el corazón?>>, Alan tomo un gran respiro y pensó <<demasiadas veces, tantas que mi corazón debe estar vacío, pero nadie dijo que sería fácil>>, pero no dijo nada, solo asintió, disfrutando la música, con el volumen bajo <<Pero creo que eso se debe a que no encontramos a ese amor a primera vista del que todos hablan, ¿entiendes lo que digo?, tu alma gemela>>, el actor cambio la estación de radio <<Y dime ¿qué te pasó?>>, Alice lo miro por el retrovisor de nuevo, esos ojos deberían ser inolvidables, juraría que los soñaría por la noche, esos ojos penetrantes y deseables que envolvían su cuerpo y su alma en pétalos de rosa.
<<Él solo me dejo, dijo que ya no sentía lo mismo que antes>>, Alan quería abrazarla, abrazar a la desconocida de tal manera que no pudiera salirse de sus brazos, porque detrás de esos ojos manchados que veía por el retrovisor, veía esa alma gemela de la que todos hablaban, de la que todos presumían, de la nadie encontraba.
Habían llegado a Coney Island, Alice se bajó del auto y se perdió entre el parque, para jamás volverla a encontrar, y Alan se fue de ahí, para jamás volverlo a encontrar. Y los dos continuaron sus días con normalidad, aunque pensando en la extraña sensación que habían sentido el uno con el otro, aun a través de esa malla negra que los separaba, a través de esa vida que los separaba, esos sentimientos de desconcierto que habitaban en sus corazones.
Cualquiera diría que este es el fin, y pudieran estar en lo cierto, pero, porque contar una historia simple, una historia tan típica como la sal del mar, como la luz de un rayo, como el amor entre desconocidos. Yo no podría describir el amor de manera exacta, pero podría acercarme, tanto como para tocar el rostro de otra persona con el solo sonido de mi voz, hacer sentirle mi cálido abrazo aun estando a millas de distancia, con pocas palabras y un gesto, ¿Acaso se necesita más?
Alan había dejado un hueco en el corazón de Alice, aún más grande que el de su expareja, un hueco que solo llenaría el, en la noche más fría, con más estrellas, cuando ella parezca sola y el sol queme su cabello rubio, como si el oro se derritiera, y cuando solo el pudiese detener sus lágrimas, un hueco que un extraño había dejado en ella, y que de alguna forma se había quedado ahí.
Alice había dejado un hueco en el corazón de Alan, tan grande como una montaña o el mismo mar, que hacia necesitarla a su lado, para que él no pareciera solo, solo con la luna, brillante pero no lo suficiente como para iluminar el abismo que había en su corazón, ella se había convertido en su sol.
Alice busco por los pocos teatros de Tribecca al hombre que había robado su alma, Alan pasaba todos los días, a la misma hora, por el mismo café donde la había recogido, donde la había visto; y así tenían los dos 5 meses buscándose, pero no se encontraban, Alice ya no iba a ese café por buscarlo por las calles de Tribecca y los teatros de Broadway y él ya no hacia teatro para estar todo el día en el taxi buscándola por las calles de Manhattan, parecía otra trágica historia de amor donde parecía algo invisible como el viento los había separado, pero no era así, solo no buscaban bien, no buscaban donde el corazón los llevara, donde ahí estarían ambos.
Perdida entre la lluvia de Manhattan estaba ella, la primavera había comenzado, estaba perdida entre las flores y las aves que sobrevolaban el Hudson, estaba perdida en el cielo, intentando ver el reflejo de los ojos del joven actor, perdido en el cielo, preparado para ser encontrado, y era una buena idea, el cielo era un gran reflejo de la luz, y la luz que emanaban sus ojos debía reflejarse también, pero debían estar tan cerca del cielo como fuese posible, <<hasta donde el corazón te lleve>> pensó Alice y camino entre la 5th Ave. y llego a la 33th, llego a lo más cerca que podía estar del cielo, llego a el edificio Empire State, y subió a toda prisa, parecía una chica loca perdida por el amor, invadida por la desesperación y la impotencia, y sus ojos esta vez sin manchar y pensando tenuemente en el nombre que le daba a ese ser que le había robado la vida <<Alan>>.
Perdido entre la lluvia de Manhattan estaba él, la primavera había comenzado, estaba perdido entre los caminos y árboles del Central Park, estaba perdido en la tierra que rodeaba sus pies, intentando sentir las pisadas tenues que debía tener la joven artista, perdida en esa jungla de concreto esperando ser encontrada, pero era una mala idea, el piso era una limitación humana, y había soñado con ella, elevada en el cielo, gritándole <<hasta donde el corazón te lleve>>, y era buena idea, y partió, abriéndose paso entre la Broadway, a un lugar que él amaba, donde su corazón le llevaba, la ciudad parecía vacía, y llego hasta la 33th, llego a lo más cerca que podía estar del cielo, llego a el edificio Empire State, y subió a toda prisa, hablando en silencio y callando a gritos, parecía un chico loco perdido por dejar el piso, invadido por el amor, por la impotencia, y el esta vez le diría algo lindo, algo que le hiciera ver que quizás había encontrado su alma gemela y pensando tenuemente para sí: <<nadie dijo que sería fácil>>.
Y se encontraron, y estaban como al inicio, sin saber que decir, como dos desconocidos, como las personas que viajaban en un taxi, separados por una malla negra y por la distancia de sus vidas. Alan se acercó, y todo la mano de Alice con la yema de sus dedos y venia la parte más dura, porque sus bocas estaban cerradas, y sus corazones abiertos, latiendo rápidamente, viendo como poco a poco el sol se apagaba y la ciudad se encendía en miles de fuegos naranjas y rojos combatiendo en la ciudad.
Habían esperado ambos ese momento, pero no había palabras para describirlo, y como les dije, yo soy el menos indicado para describirlo, pues no hay palabras existentes para describir a dos almas gemelas paradas una frente a la otra, aspirando sus respiraciones, de forma cercana, muriendo por dentro por no decir nada pero sin tener miedo al mundo, porque se habían encontrado y solo podía consumarse con un beso, un beso que se dieron lentamente, deteniendo el momento, cristalizando la escena, retratándola para la eternidad.
Alan había encontrado a la chica que amo antes de conocer, Alice había encontrado al chico que robo sus sentimientos.
<<Te he buscado…>> dijo Alan <<…y ahora te he encontrado>> termino Alice, se miraron a los ojos, como la primera vez en el taxi, esa primera vez que sintieron una conexión silenciosa, un amor apagado que decidieron encender sin tener que ver en la decisión, y así como algo tan invisible como el viento los separo, algo tan invisible como el aire los había juntado.
Y ahí estaban, abrazados, sonriéndose el uno al otro sin nada que decir, solo sus miradas por conversación, sus sonrisas por espacio, pues no había nada más, ni nadie más a su alrededor, eran solo ellos, en la cima del mundo, en el centro del universo, ellos eran el centro del universo.
<<Nadie dijo que sería fácil>> dijo Alan <<pero me encontraste suspiro Alice, <<nos encontramos>> replico Alan.
<<Hasta donde el corazón nos lleve>> dijo Alice <<ya sea más allá del otro lado del firmamento>> dijo Alan, << o más allá aun, hay que confiar, porque el corazón nos trajo hasta aquí, y a cualquier lado nos puede llevar>> termino Alice.
Participante # 10
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