Hola, cómo se
encuentran todos en este gran inicio de semana, hoy es lunes y no cualquier
lunes, hoy es 12 de Diciembre, día de la Virgen de Guadalupe.
Hace tiempo, en el año
de 1523, en el valle de México, en el cerro del Tepeyac, una hermosa mañana la
Virgen de Guadalupe realizó 4 apariciones a un humilde indio llamado Juan Diego
Cuauhtlatoatzin.
En la primera de las
apariciones, era sábado muy de madrugada, Juan Diego iba pasando por el cerro
del Tepeyac cuando oyó cantar arriba del cerrillo en el cual se oían cantar
varios pájaros, y oyó que una voz le llamaba diciendo “Juanito, Juan Dieguito”.
Fue a ver quien le
llamaba, al llegar a la cima vio a una señora que estaba de pie, su vestidura
era radiante como el sol, el risco en que se posaba su planta flechado por los
resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas, y relumbrada la tierra
como el arco iris. Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que
solían darse en el lugar, parecían de esmeralda, su follaje, finas turquesas;
sus ramas y espinas brillaban como el oro. Se inclinó delante de ella y le dijo
“Juanito, el más pequeño de mis hijos ¿A dónde vas?” él le respondió: “Señora y
Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatelolco, a seguir las cosas
divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de nuestro Señor”
Después ella le dijo:
“Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre
Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quién se vive, Deseo vivamente
que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor,
compasión, auxilio y defensa, puesto yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a
todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos
que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus
miserias, penas y dolores. Para realizar lo que mí clemencia pretende, ve al
palacio del obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que
mucho deseo, que aquí en el llano me edifique un templo: le contarás
puntualmente cuanto has visto y admirado y lo que has oído. Ten por seguro que
lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que yo
recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo.
Mira que has oído mi mandato, hijo mío el más pequeño; anda y pon todo tu
esfuerzo”
Luego, él se inclinó
delante de ella y le dijo: “Señora mía, ya voy a cumplir tu mandado; por ahora
me despido de ti, yo tu humilde siervo” luego bajó para ir a hacer su mandado y
salió a la calzada que viene en línea recta a México.
Llegando a la ciudad,
se fue directo al palacio del obispo, que era el prelado que muy poco antes
había venido y se llamaba Don Fray Juan de Zumárraga, religioso de San
Francisco. Cuando llegó, trató de verle, rogó a sus criados que fueran a
anunciarle y asado un buen rato vinieron a llamarle, que había mandado el Señor
obispo que entrara.
Entró, se inclinó y
arrodilló delante de él, luego le dio el recado de la Señora del Cielo y
también le dijo cuanto admiró, vio u oyó. Después de oír la plática y su
recado, pareció no darle crédito y le respondió “Otra vez vendrás, hijo mío y
te oiré más despacio, lo veré muy desde el principio y pensaré en la voluntad y
deseo con que has venido” salió triste de ahí porque de ninguna manera se
realizó su mensaje.
Continuara…
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