Escrito 0003 - El amor de Luisa - Diana Vázquez Prado |
Era un día como cualquiera en
el año de 1954, en temporada verano y el día estaba soleado, el cielo estaba
despejado, se sentía un aire fresco y agradable, los árboles se veían de un
verde intenso, yo observaba por la ventana el día. A pesar de que nuestra
condición económica no era muy buena porque mis padres se separaron. Él se
desapareció, ya no supimos nada, así que mi madre no tuvo estudios. Tenía que
lavar y planchar ropa ajena y por las noches vendía cena. Mis hermanos y yo le
ayudábamos con lo que fuera necesario, en una ocasión me mandó a recoger la
ropa de una de las señoras, no me quejé porque me gustaba salir a la calle para
seguir observando qué había a mi alrededor. Era mucho más divertido que
quedarme en casa. Tomé la canasta y me dirigí a la puerta, esta vez la casa que
tenía que visitar era la de la señora Leticia, me gustaba visitarla porque su
casa era muy bonita. Por fuera tenía portones grandes de madera algo pesados y
por dentro muy fresca. Esa señora siempre me saludaba con una sonrisa e incluso
se ponía a platicar conmigo, se notaba que sabía mucho. A unas 4 cuadras de mi
casa se encontraba la panadería y pasando como 3 cuadras después se encontraba
la casa de la señora Leticia; no era complicado llegar. Cuando pase por la
panadería vi a un chico blanco, delgado, de cabello quebrado color castaño
oscuro, ojos profundos, llevaba una bicicleta color negro.
<<Creo que me está observando, no es feo, ¡¿pero en que estoy
pensando?! creo que mejor me apresurare…>>
Sentía la mirada del muchacho, no quería voltear pero me ganó la
curiosidad, giré la cabeza y naturalmente seguía observándome, seguí mi camino
hasta llegar a mi destino, llegué, saludé a la Señora Leticia, ella muy amable
como siempre, recogí la ropa esta vez la canasta estaba un poco más pesada que
de costumbre me retire y cuando volví a pasar por la panadería el muchacho ya
no estaba, llegue a casa y le ayude a mi madre, después de un rato llego mi
hermana Malena y mi hermano José.
La señora Leticia le mandaba más ropa, así que tenía que ir seguido a
su casa por las tardes, siempre a la misma hora, cada vez que pasaba por la
panadería veía al muchacho delgado en su bicicleta, yo le miraba y él a mí, yo
me sonrojaba, pero seguía mi camino.
Cierto día me empezó a seguir en su bicicleta de regreso a casa, se me
acelero el corazón pero yo seguí caminando de lo más normal, y de repente el
silencio se había ido.
-Hola, ¿cómo te llamas?-
No le quise contestar…
-No te voy a hacer daño, veo que seguido pasas por la panadería, con
esa canasta, se ve que está algo pesada, ¿no quieres que te ayude?-
-No gracias, yo puedo sola-
-De verdad, es más, si quieres la ponemos encima de la bicicleta y
ambos caminamos así tendrás seguridad de que no me la robaré-
Me sonreí, quien iba a querer robarse una canasta llena de ropa, le
conteste:
-Está bien, ya que insistes, por cierto, mi nombre es Lisa-
-Muy bien, Lisa, mi nombre es Pablo, mucho gusto-
Me sonrió y me acompaño, estuvimos platicando de tantas cosas, era un
chico bastante interesante, me contó que él iba mucho a la panadería porque era
amigo de los dueños y cuando los esperaba la primera vez, fue cuando me vio
pasar, así que decidió ir todos los días para ver si me veía y acercase a
platicar porque tenía ganas de conocerme, casi íbamos a llegar, le pedí que me
dejara una cuadra antes de mi casa, él no tuvo ningún problema, es que no me
podían ver llegar con un muchacho y mucho menos que fuera más grande que yo,
aunque no era mucha la diferencia yo tenía 13 casi 14 pero no aparentaba la
edad que tenía muchos me decían que me veía mas grande, y él me ganaba como por
4 años, mi madre no nos dejaba tener novio, lo que recuerdo muy bien es que
siempre nos decía a Malena y a mí:
-Nunca dejes que ningún hombre se te acerque, y mucho menos que te
toque porque cuando lo haga tú ya no vas a valer nada como mujer.
Yo no sentía que estuviera haciendo algo malo, pero prefería guardarme
eso para mí, pasaron los días, me seguía encontrando con Pablo, nosotros
platicábamos mucho, sentía como si todo desapareciera, a veces ni siquiera iba
con la señora Leticia por estar más tiempo con él, cierto día pasó algo
distinto que no me lo esperaba, estábamos platicando fuera de la panadería y él
se empezó acercar mucho a mí, yo sentía que mi corazón se aceleraba, de repente
me beso en la boca, sentí sus labios rozar los míos, yo no supe que hacer y lo
empujé, me fui corriendo, llorando a casa de la señora Leticia, porque no le
podía contar a Malena ella no sabía nada y mucho menos a mi madre, llegué
desconsolada, toqué la puerta, ella salió, me observo un tanto asustada y me
dijo:
-Lisa, ¿Qué te pasa? ¿Te hicieron algo? ¿Por qué vienes así?-
Ni siquiera le podía contestar.
-¡Por favor! Dime algo, si no, no te podre ayudar-
-Sí, me hicieron algo…-
Le conté lo que había pasado, también lo que mi madre nos decía, ella
después se relajó, se rió, y me dijo que me tranquilizara, que eso no era malo
en realidad era algo muy normal, que mi madre me decía todo eso porque era una
forma de protegerme a su modo, me explico que lo que había hecho él era porque
le gustaba, me empezó a contar anécdotas de ella y después de un rato regresé a
casa, ya me sentía mucho mejor. Pasaron los días, los meses y no supe nada de
Pablo, me sentía muy mal, pero eso no fue lo peor, a mi madre ya no le iba tan
bien, no nos ajustaba el dinero, así que tomo la decisión de que nos iríamos de
Guadalajara a Tijuana, yo no me podía oponer porque era una decisión de ella,
aparte ya no tenía nada que hacer ahí.
Pasaron algunos años, mi hermano José se fue a los Estados Unidos y
nosotras nos regresamos a Guadalajara, las cosas habían mejorado un poco.
Cuando tenía 17 años mi hermana Malena y yo, salíamos mucho. Yo sospechaba que
ella estaba saliendo con un muchacho antes de que nos fuéramos a Tijuana y
cuando estábamos allá le escribía a alguien pero no le preguntaba nada para que
ella no lo hiciera tampoco, cuando regresamos él la buscaba pero de ahí en más
yo no me metía, cuando salía con mi hermana nos gustaba mucho ir a bailar y los
domingos había salones con orquesta, a mí me encantaba ir, en una de esas
salidas, me encontré de nuevo con Pablo y fue como si nada hubiera ocurrido,
claro que ahora estábamos más grandes, volvimos a platicar como en los viejos tiempos,
largas platicas donde el tiempo se detenía, como a él también le gustaba
bailar, yo salía a solas con él y mi hermana salía con su novio aparte. Cuando
íbamos los domingo a los salones era muy divertido, lo único que me molestaba
un poco era que él vivía lejos de donde yo vivía ahora, recuerdo que siempre
que podíamos íbamos al centro a pasear y también al parque Morelos por una
nieve raspada, a veces el juntaba dinero para gastarlo en mí y darme mis
gustos, él creía que no me daba cuenta pero siempre que íbamos a comer él no
pedía para que yo pudiera disfrutar y el así no descompletaba su pasaje para su
regreso porque a veces el no traía su bicicleta, él y yo nos enojábamos seguido
y terminábamos, pero siempre regresábamos, nos queríamos mucho yo lo sabía
porque me lo decía en su mirada, en sus detalles, en tantas cosas él me lo
demostraba que a veces las palabras eran innecesarias y él sabía lo mucho que
yo lo quería, pero una vez, lo recuerdo bien nos molestamos mucho y todo fue
porque él no me podía visitar seguido por lo lejos que le quedaba mi casa. Yo
quería que así como mi hermana se veía a diario con su novio, pasara lo mismo
con nosotros pero su novio tenia carro y Pablo tenía una bicicleta, ambos nos
dijimos cosas, y él se fue, yo creí que volvería al día siguiente a buscarme
como siempre lo hacía, pero esta vez no ocurrió. Transcurrió el tiempo y me
empecé a sentir sola a pesar de que tenía muchos amigos y amigas, así que me
hice un novio, él se llamaba Miguel, realmente no lo quería como a Pablo, con
él todo era distinto, pero lo hice por el simple hecho de decir que tenía novio
y porque había pasado tiempo y no sabía nada de él. Pensé que pasaría lo mismo
que de chicos.
Un día estaba con Miguel platicando, y llego Pablo y nos vio juntos,
me miró con decepción y lo miró a él con coraje y se fue, me sentí mal pero no
dije y tampoco hice nada. Luego me enteré que él se fue de la ciudad y que se
había casado; sentí un coraje tremendo, para ese entonces ya había terminado
con Miguel, y lo primero que dije fue “Si él se casa con alguien yo también,
con el primero que me lo proponga”.
Conocí al que me lo propondría: Antonio, me deslumbró era bien
parecido, alto, inteligente, al mes de habernos conocido pidió mi mano, a los 6
meses se fijo la fecha, y nos casamos. Creo que ese fue el mayor error que
cometí en mi vida porque es del que más me arrepiento, porque era un hipócrita,
egoísta, un animal, me trataba muy mal, el decía que las mujeres de casa
solamente sirven para tener hijos, era muy ofensivo ya que para él era muy
ignorante porque no tuve la misma oportunidad de poder estudiar más, yo lo que
hacía era refugiarme en mis hijos. Antonio aparentaba que nos trataba bien y
que nos quería. Empezó a llegar borracho y lo peor fue cuando en una ocasión
llego y me agredió, le dije que esto jamás volvería a repetirse. Y cuando menos
lo pensó lo dejé, me fui a Tijuana con mis hijos, para ese entonces Malena se
había casado vivía con su esposo Fernando, llegué con ella y le conté todo. Me
apoyó para podernos instalar y empezar de nuevo sola con mis hijos. Al paso de
los días el esposo de Malena se enfermo y fue hospitalizado así que fui a
visitarlo al hospital y Malena me dijo que la esperara, que me presentaría a
parte de su familia que no pudo estar presente en su boda y que no conocía por
que tenían tiempo radicando en Tijuana. Cuál sería mi gran sorpresa que
Fernando era hermano de Pablo, sentí que la sangre se me helaba estaba muy
nerviosa igual que él. Así fue que nos volvimos a encontrar, nos miramos como
la primera vez que nos encontramos cuando yo tenía 17 años, sólo que ahora las
cosas eran muy distintas, después nos vimos a solas y hablamos durante horas,
me contó que él y su familia se fueron a vivir a Tijuana y que ahí conoció a su
esposa, que se casó con ella por despecho, porque le habían comentado que yo me
había casado y fue por eso que me fue a buscar cuando me vio con Miguel. Se
sintió como si me hubiera desecho de él, pero fue un mal entendido y yo había
hecho lo mismo, Pablo me ayudó mucho cuando más lo necesitaba, me ayudo a
seguir con mis estudios. Nos veíamos en secreto estábamos más unidos que nunca,
pero yo sabía que sería por poco tiempo ya que él tenía a su familia. En una
ocasión me dijo que él estaba dispuesto a dejar a su familia y fue doloroso
porque lloraba desconsolado por que decía que no soportaría perderme
nuevamente. En esa ocasión nos dijimos todo lo que no nos atrevimos antes, él
me había dado un número de teléfono, me dijo que le hablara cuando quisiera,
cuando necesitara desahogarme, o simplemente quedarnos callados pero sabiendo
que ahí estábamos el uno para el otro.
La última vez que nos encontramos lo observe muy bien cada detalle en
él: su sonrisa, su ojos y su cara porque sabía que esa iba a ser la última vez
que estaríamos juntos. Le dije que ya no lo podía volver a ver, que no me
buscara, me dolió muchísimo pero sabía que iba a ser lo mejor para los dos. Nos
llegamos a encontrar en dos ocasiones en fiestas familiares, pero yo lo
evitaba, después ya no iba para no encontrármelo, él de alguna manera siguió
ayudándome enviándome cosas por medio de conocidos, según para que no me diera
cuenta que él estaba al pendiente de mí y de mis hijos pero lo de nosotros
nunca podría ser, no volvimos a encontrarnos jamás. Hace 4 años en el 2011 me
enteré que él falleció, me sentí muy mal me solté a llorar con lágrimas que
tenía guardadas para días que nunca me habría imaginado, a él lo ame como a
nadie y lo siguiere queriendo. Jamás volví estar con alguien, hasta el momento
sigo sola recordando a mi gran amor.
Participante 0003 – Diana Vázquez Prado
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