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lunes, 12 de marzo de 2018

Escrito 0004 - La muerte de un escritor

Escrito 0004 - La muerte de un escritor - Edwin T. Luna
Tuve una experiencia cabalística, la más grande sensación que puede tener el hombre o al menos que yo haya tenido. No pude escribirlo enseguida ya que no estaba seguro: entre la realidad y un sueño. Ahora que lo estoy, trataré de ser explícito y lo más apegado a la realidad del suceso.

Sucedió el 20 de agosto de 2017. Salí a las 9:30 am, me dirigía a mi empleo. ¡Trabajo en una fábrica de alimentos que detesto! Tomé el camión ya tarde. Seguramente ahora sí me despiden, es la tercera vez que llegaré tarde. Traté de imaginar un mejor empleo, uno no tan miserable, uno que me hiciera sentir útil o importante. No me interesa lo que me paguen con tal de ser yo mismo… pero…¡Bueno! Necesito pagar mi comida, el agua, debo el internet desde hace cuatro meses. ¡También debo un colchón que terminó siendo una porquería!... Pero eso es mejor que dormir en la dura y sucia colchoneta que tenía antes ¡Me lleva la chingada! No puedo perder el trabajo.

Saqué mi libro y comencé a hojearlo: Hollywood. Es la segunda vez que lo leo. Encontré algo raro, una página a la mitad del tomo, sin foliar, debe ser un error de editorial. Pensé… mi cuerpo se estremeció, quedé paralizado, dejó de existir el tiempo, mi mente ya no pensaba y mis ojos estaban fijos en aquella página hasta que se ennegreció lentamente mi mirada. Sentía un frío que recorría todo mi cuerpo, ese frío se reía de mí y el silencio ensordecedor y esa quietud del cuerpo -que se habría confundido con la de un cadáver- las letras, las palabras que giraban en mi mente, con bailes obscenos, lentamente se acomodaban. "El cuerpo de Hugo Fuentes ha sido encontrado sin vida la noche del 19 de agosto, se desconoce la causa de su muerte…"

¡Bajan! ¡Bajan! Solo eso alcance a decir, necesito aire y comencé a caminar sobre la carretera en sentido contrario. Cuando busqué nuevamente esa página ya no estaba, un libro ordinario, ¿qué es lo que me pasó?... El viaje, de camino a casa, el origen, vida, muerte, querer conocer lo que no nos ha sido concedido saber, los pájaros, los perros ¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotros? Corremos tras el mismo destino "La Muerte" y después ¿qué? ¿Nunca podremos ser eternos como el mar, como la luna o el sol? Los árboles en el cielo y la tierra, viven la misma agonía… Interminable camino de tierra brillante y segadora tierra fina, granitos de oro, de vida, se disipó ese frío de los huesos y albergué un creciente calor en mi cuerpo. Cada paso que daba se hacía más insoportable. Esos granitos de vida ya parecían llamas que emergían del suelo, la suela de mis zapatos se pegaba a la tierra, derretida bajo la planta de mis pies, como caminar en el infierno. Se me hacían más pesados los pasos que daba hasta que me fue imposible dar uno más. Alcé la mirada ya cansada, con los párpados entreabiertos, miré frente a mí lo más triste para un hombre que no ha vivido, mi propia tumba. Había caminado hasta llegar al panteón de Villa Alta. Me arrodillé con lágrimas en los ojos y tomé con mis dos manos la tierra que aun estaba fresca. La estrujé, rehuyendo mí destino como si pudiera cambiar ese hecho. La apreté con una fuerza tal, como si fuese posible ahogar la tierra que me oprime en la sepultura; no entendí lo que hacía ahí, ni si ya había muerto ¿Es que la gente ya no me ve? ¿Es que soy un espíritu? Me levanté y salí del panteón confundido. "Esto es solo un sueño", pensé. Me desvestí completamente y caminé por Villa Alta. No tardó mucho para que una patrulla de policías me detuviera, me dieron un pantalón y me llevaron a la presidencia municipal. Durante todo el camino los policías rieron con gran pedantería. Cuando llegamos, el jefe de policía me preguntó:

-¿Te sientes bien Hugo? ¿Por qué lo hiciste?

Omití sus preguntas y le dije:

-¡Señores, yo he muerto!

-Los muertos no caminan desnudos como si nada en la calle- me contestó con una carcajada.

-Es que no se dan cuenta de lo que me pasa, mi cuerpo descansa en el panteón del pueblo y yo… ¡Pueden ir y comprobarlo no les estoy…!

-¡Lo único que pasa aquí, Hugo Fuentes, es que me quieres ver la cara de pendejo!

-Por el cariño que le tuve a tu madre, Aída, en paz descanse, te voy a dejar ir ¡Ay de tí si se te ocurre burlarte de mí otra vez porque no te la acabas!

-¿Puede darme algo con que cubrirme?

-Pero… si los muertos no visten- replicó, nuevamente riéndose, y me dio un abrigo.

Salí de ahí, aun desconcertado, seguía sin entender nada. Vi mis muñecas, estaban marcadas por las esposas y me dolían. "Esto debe ser un mal sueño" pensé. Metí las manos a los bolsillos del abrigo y tenía un par de monedas. Fui a un teléfono público y le marqué a Sara.

-¿Bueno? ¿Sara?

-¿Quién habla?

-Soy Hugo.

-¿Qué pasa? Estoy en el trabajo, por qué no viniste ¡Te van a correr!

El silencio de apoderó de mí al tratar de entender lo que pasaba, es sueño eterno…

-¡Hugo, te estoy hablando! De seguro te fuiste de pedo, eres un estúpido holgazán.

Solté el teléfono, atónito, espantado "Lo que está fuera del sueño y la realidad es la locura". Perdí mi trabajo… perdí… lo perdí…hay gente, dolor, dinero, susurré
"Perdí mi trabajo y sigo con vida, habría sido mejor la muerte" pensé.

-¿Señor, se siente bien? Me preguntó un indigente que estaba cerca de mí.

-Creo que nunca me he sentido bien- le contesté y me fui.

Caminé a un parque, estaba en busca de un trabajo, pero ¿Quién le dará trabajo a un hombre de 41 años sucio y con ropas viejas?

-Y ¿cómo vas con Daniel?

-Pues no sé, es que es súper raro, a veces me hace caso y después me ignora.

-Tú deberías tirarle la onda, te conviene Pao, su papá tiene dinero, es ingeniero.

-Ay, ya sé, pero me da pena. No quiero que piense que soy una ofrecida.

-Si no te aplicas ¡otra te lo va a ganar!

-Pues ya ni modo, amiga.

Los jóvenes siguen siendo jóvenes ¿Y qué es la juventud? La ingenuidad, vivir rápido, creer tener todas las respuestas, creer que la experiencia de un anciano no es válida, ese ímpetu. Ese aliento de la juventud termina siendo estupidez, se convierte en amargura, desdicha y yo, un vivo muerto en este parque, nadie se acerca a hablarme, nadie voltea a verme si quiera, no tengo nada que ofrecer, la peor muerte es la de la exclusión, esa muerte vacía.
-We ¿ya viste los nuevos Gucci? Están muy cool.

-Sí, we, ya los vi, me los voy a comprar en la quincena.

-Yo también, antes de que todos los tengan.

-Cuando todos los tienen ya se ven muy nacos.

Esto es absurdo, en este mundo de apariencias no soy nadie, todo está monetizado, parece que la economía es una religión en la que todos están bautizados. Todos creen, confían sus vidas a una medida inestable, esperan las bendiciones de su dios, uno físico. Hablan y hablan de intereses económicos pero no entienden que el dinero no se interesa por ustedes.

No recuerdo en qué momento me levanté de la banca y me fui. Caminaba ya muy despacio, mi vista solo alcanzaba a ver la tierra rojiza de las calles de Villa Alta, miraba cómo el color rojo intenso era devorado rápidamente por las sombras de la calle. Desaparecían las piedras, las personas, el mundo en penumbra, cuando el último grano de arena fue ejecutado por el juez de la obscuridad. Levanté la mirada, estaba en el panteón, pero este es mucho más grande, decidí recorrer el panteón, hay miles de nombres aquí ¡Todos los nombres están aquí!

Pero no encuentro el mío…

¡Todos ellos también murieron!
Sara, Jorge mis padres, todos están muertos. Murieron desde hace mucho y cada día que pasa siguen trabajando bajo el mismo sol, parece que hacen un esfuerzo colectivo ¿para conseguir qué? Muertos que lloran a sus muertos, los entierran y siguen esperando la salvación de su ídolo económico, estos hombres ya ni siquiera tienen criterio propio, no se preocupan por encontrarse, no se preocupan por vivir, toman lo que les imponen y creen ser felices.

Algunos nacen y mueren al poco tiempo, otros nacieron muertos, en su primer suspiro de debilidad dejan ir su vida. Tienen atado su destino, el mundo entero ha llegado por fin a su óbito inexcusable.

¿Y cuándo nacieron todos estos?, ya lo entiendo, nadie recuerda cuándo nacieron. No existen si no viven, si pudieran vivir habrían tenido el consuelo de la muerte. A quien conoce la felicidad en el sufrimiento se le ha presentado el amor más puro de la vida.

Y yo, estoy comenzando a vivir.

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Participante 0004 - Edwin T. Luna

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