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jueves, 4 de abril de 2013

Historia 0015 – Ya era tarde

Ya era tarde, tenía que llegar al instituto en sólo 10 minutos, y aún faltaban 4 ó 5 cuadras. Peor todavía hay un tráfico espasmódico, tengo que esperar a que el semáforo detenga a los autos para poder cruzar. Cada segundo mi corazón latía millones de veces, con la razón que de llegar tarde significaría arruinar mi puntualidad perfecta, mi proyecto final el más importante. Sé que no es tan normal que me preocupara tanto por ello, realmente lo hago por seguir siendo lo que mis padres y maestros esperan que sea. En el fondo sabía que llegar tarde no me importaba, el proyecto podría presentarlo otro día, pero tendría menor calificación.


Después de haber soportado los 45 segundos más desesperantes de mi vida por fin pude cruzar la que parecía ser la última calle, el instituto se ubica en la cuadra siguiente, al mirar el reloj me doy cuenta de que aun dispongo de 3 minutos.

Trataba de correr pero había una gran multitud de personas que cruzan a mi tiempo pero a ambos sentidos, tuve que resignarme a avanzar  a su paso. De vez en vez sobresalgo la cabeza para ver cuánto resta por caminar: 3 metros; la mitad. 3 metros que marcan la diferencia de decepción y cumplimiento. En la que fue la última vez que sobresalió mi mirada fue cuando logré ver a la mujer más hermosa que mis ojos negros habían visto. El rostro blanco más bello que es custodiado por unos ojos cafés claros y radiantes que no dejan detalle sin detectar… continué admirándola no pude pasar desapercibida su brillante cabellera castaña y completa y naturalmente lacio.

Cada momento ella se acercaba y mi corazón late cada vez más rápido, si llegara a estallar ella sería la culpable. Se acerca justamente frente a mi está a sólo 1 metro, técnicamente frente a frente. No pude seguir fijo hacia adelante así que me detuve y miré mis zapatos no me había percatado antes de lo sucios que estaban… busqué cualquier estúpido pensamiento para no caer en la realidad de que ella estaba cerca, más de lo que imagino, pero nada podría distraerme. Veo cientos de zapatos y tenis que caminan a mi alrededor, pero fueron un par de zapatillas elegantes los que hicieron que mi mente depositara toda su atención en ellas pues de detuvieron a centímetros de los míos. Inhalé  y fui levantando la mirada y poco a poco voy analizando aquellas piernas finamente depiladas; las dueñas de las zapatillas, después noté un vestido rojo penetrante en un estilo y confección que resalta la belleza de aquella mujer. Con cada centímetro que conocía de aquel ser iba enamorándome más y más, pues ¿Cómo no adorar a esas piernas tan delicadas pero fuertes? ¿Cómo no amar a esos glúteos tan firmes y decentes? ¿Cómo no admirar a aquellos senos enormes pero discretos?  ¿Cómo no amar ese rostro tan alucinante, tan bello… tan inocente? ¿Cómo no desear besar esos labios enormes y rojos? ¿Cómo no ser cautivado por los ojos más infantiles pero por dentro asesinos que pudiera tener una mujer?

En este momento nuestras caras se ven a sólo 40cm de distancia. La veía fijamente a los ojos, podía observarme en ellos, ella me miraba de igual manera. Ella… no puedo llamarla de otra manera, ¿Cómo mencionarla de otra manera? Si ni siquiera sé su nombre. Aquello me frustra.

Sonrió, cosa que logró hacerme infinitamente feliz, no pude reír, temo que no le guste mi sonrisa, así que solo me sonrojé y miré de nuevo al suelo, esto se ha convertido en la mejor desviación de mirada. Sus dedos cálidos tocaron mi barbilla y al instante sentí escalofríos, hizo que levantara el rostro y la volviera a ver… sonrió de nuevo, no sé si deseo que sonría más o que deje de hacerlo, pues cada vez que lo hacía siento que mi corazón pasa de latir como si no hubiera un mañana a detenerse como si no le necesitara, como si con su sonrisa pudiera sobrevivir, y en realidad eso creí.

Comenzó a acercarse, aún más de lo que ya estábamos, no logro imaginar cuantos colores experimenté en mi rostro en ese momento. Noté que cerró los ojos, pero continuó aumentando la cercanía, imité la acción. Y todo sucedió. Nos besamos. Sentí y disfruté cada fracción de segundo que iba creando nuestra unión labial. Me pareció que el tiempo no existía, creímos que en el universo sólo estábamos mi amada y yo, jugando con nuestras lenguas. Después de lo que sentí que era una eternidad reducida a segundos separamos los labios, sonrió y sonreí.

El semáforo se había puesto en verde y los conductores comenzaron a molestarse y hacen sonar el claxon insistentemente. Noté en ese momento miles de sonidos. Volví para ver a mi amada. Ya no está. Miré a todos los lados en busca de mi mujer.

El sudor recorre mi frente. Miré mi reloj 7:40 a.m. me levanté del suelo y me senté en la cama. Reaccioné y recordé que tenía que llegar al instituto a las 8:00 a.m. y presentar mi proyecto final. Salí apresurado de la casa. Faltaban 8 minutos. Forzosamente tengo que llegar, de eso depende mi futuro. Aún faltan 4 cuadras… 4 calles qué cruzar.   Traté de acelerar el paso pero no pude ir más rápido que la multitud. Sólo fala una calle, ¡Sólo una! Pero es en la que hay más tráfico. Pero dispongo de 4 minutos. Debo lograrlo. El semáforo se tiñó de rojo y las personas pudimos pasar, por fin después de los segundos más estresantes de mi vida. Sentí un pequeño escalofrío, algo familiar. No tuvo importancia. Traté de sobresalir del conjunto de personas para ver el final de la calle. No faltaba tanto. Volví a sobre ver por encima de todos y recordé todo, ella estaba caminando con su despectiva elegancia.  Jamás sentí un nerviosismo como el de ahora. Todo me incitaba a pensar que se haría en la realidad. Cada vez ella más cerca, cada vez yo más nervioso. La pude ver a sólo un metro de distancia y me detuve. Traté de revivir mi sueño, e hice la acción de mi fantasía: miré al suelo. Y esperé a lo que iba a suceder.  Perdí la paciencia y levanté la mirada, ella iba pasando por un costado, me miró y sonreí estúpidamente. Me percaté de la repugnancia que sufrió al verme. Me sentí como una basura.  No pude contenerme y rompí en llanto, todo lo que hubiera pasado quedó solo en mi mente, en un estúpido sueño. Los autos pitaban. El tiempo me jugaba una broma. Me dolió la cabeza, y mi pecho lo sentí a reventar. Consulté mi reloj… 8:15 a.m.

Ya nada importaba.

Participante # 15

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