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sábado, 20 de agosto de 2011

La Mejor Maestra... (Parte 1)


(Una historia que nos enseña a no juzgar a las personas sin antes conocerlas)

            El primer día de clases, la profesora Thompson, maestra del 5° grado de primaria, les dijo a sus nuevos alumnos que a todos los quería por igual. Pero eso era una mentira, porque en la fila de adelante se encontraba hundido en su asiento Jim Stoddard, a quien la profesora Thompson conocía desde el año anterior y había observado que él era un niño que no jugaba bien con los otros niños, que sus ropas estaban desaliñadas y constantemente necesitaba un baño.

Le encantaba poner una gran "F"
Con el paso del tiempo, la relación entre la profesora y Jim se volvió desagradable, a tal punto que ésta sentía mucho gusto al marcar sus tareas con grandes tachas en color rojo y poner una gran “F” en el encabezado.

Un día, la escuela le pidió a la Sra. Thompson revisar los expedientes anteriores de cada niño de su clase y ella puso el de Jim hasta el final. Sin embargo, cuando revisó su archivo, se llevó una gran sorpresa.

La maestra de primer grado de Jim escribió: “Jim es un niño brillante con una sonrisa espontánea. Hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales; es un deleite tenerlo cerca”.

Su maestra de segundo grado escribió: “Jim es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros pero tiene problemas debido a que su madre tiene una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser constante lucha”.

Su maestra de tercer grado escribió: “La muerte de su madre ha sido dura para él. Trató de hacer su máximo esfuerzo pero su padre no muestra mucho interés y su vida en casa le afectará pronto si no se toman algunas acciones”.

Su maestra de cuarto escribió: “Jim es descuidado y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase”.

Regalo de Jim
En este momento la Sra. Thompson se dio cuenta del problema y se sintió apenada consigo misma. Se sintió todavía peor cuando al llegar la Navidad, todos los alumnos le llevaron sus regalos envueltos cada uno de ellos en papeles brillantes y preciosos listones, excepto por el de Jim. Su regalo estaba torpemente envuelto en el pesado papel café que tomó de una bolsa del súper.

Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró dentro de ese papel un brazalete de piedras al que le faltaban algunas y la cuarta parte de un frasco de perfume. Pero ella minimizó las risas de los niños cuando exclamó:

-¡Qué brazalete tan bonito! - Poniéndoselo y rociando un poco de perfume en su muñeca.

Jim Stoddard se quedó ese día después de clases sólo para decir:

Continuara...

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